«Somos: luz y oscuridad, vivencias y recuerdos, personas y soledad, alegría y tristeza, sueños y caídas. Qué bonito sería aprender a aceptarnos como somos, a amarnos más y juzgarnos menos, a ser, simplemente a ser... pero se nos olvida».
-Laura Chica.
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Antes de alcanzar la salida, Alessandro Russo se les acercó con una amplia sonrisa. Dominic apretó los puños y su cuerpo se tensó. Instintivamente, colocó la mano en la espalda baja de Laurie y la acercó a él.
—¡Mi muchacho! —El hombre estaba ebrio; sus movimientos eran torpes y su habla, lenta—. ¿Cómo has estado? ¡Hace mucho que no te veo en casa!
Lauren estaba tan tensa bajo su toque que Dominic se sorprendió trazando círculos imaginarios en su espalda con el pulgar.
—He estado ocupado.
—¡Por supuesto que eres un chico muy ocupado! —Señaló a su hija—. Deberías ser un poco más como él, Lauren.
Con un gesto irónico, ella asintió.
—Sí, como él y todos los demás. —Miró a Dominic y señaló la salida con la cabeza—. ¿Nos vamos?
No hacía falta preguntar. Comenzaron a caminar, pero antes de alejarse por completo, escucharon las ásperas y alargadas palabras de Alessandro.
—¡Quizás, si hubieras salido más, como todos los demás, no lamentaría tener hijos y no repudiaría la vida que llevo ahora! —vociferó—. ¡No te mejoró lo suficiente! ¡Todo es culpa tuya!
Laurie se detuvo. Sus pies se adhirieron al suelo pulido, como si estuvieran destinados a permanecer allí para siempre. Fue un movimiento abrupto e inevitable, como el choque tras soportar los constantes golpes de una batalla sanguinaria.
Sin darle una segunda mirada, reanudó su camino, con Dominic siguiéndola en silencio.
Dentro de él ardió una furia, un deseo de regresar y enfrentar a Alessandro hasta que se disculpara de rodillas ante ella. Golpearlo hasta verlo sangrar, hasta que suplicara misericordia por sus errores. Su lado racional le ordenó reconfortarla, pero su lado irracional clamó por actuar de manera más drástica en su nombre.
Decidió ignorar ambos impulsos y la siguió en silencio, dándole tiempo para organizar sus pensamientos.
Salieron del lugar, y mostró sus credenciales para que le entregaran el McLaren.
—Entonces, ¿qué haremos? —Lauren se posicionó frente a él, con una sonrisa que mostraba sus dientes blancos y alineados, y las arrugas a los costados de los ojos. Pero, por más que intentara lucir radiante y que sus palabras estuvieran cargadas de entusiasmo, no pudo ocultar la tristeza que le pesaba en el alma y se manifestaba como una impotente aflicción.
—No tienes que hacer eso. —Ladeó la cabeza y el cabello le cayó sobre la frente.
Mientras que Dominic se deslizaba entre las duras protecciones de Lauren, ella sanaba las cicatrices que constantemente se abrían. Él anhelaba que ella fuera sincera y no tuviera que cargar con todo sola, mientras que ella prefería refugiarse en mentiras defensivas y continuar su camino en solitario como siempre lo había hecho.
Mientras él observaba, ella desviaba la mirada. Mientras él escuchaba, ella se sumía en el silencio. Y mientras él avanzaba, ella seguía retrocediendo.
—¿Hacer qué?
—Eso —señaló él—: fingir que no sucede nada y que todo está bien. Esconder tus sentimientos y no tolerar la idea de mostrarte vulnerable ante nadie; siempre esforzándote en ser fuerte cuando, por dentro, sientes que te estás muriendo.
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Divinos Dioses Heridos
RomanceLa existencia humana es un entramado infinito de palabras, regido por un poder superior a ellos mismos. Fuerte, poderoso, imponente. Aterrador y deslumbrante. La belleza de un ángel, envuelto en dinero y veneno con sabor a afrodisíaco. El apellido R...