Capítulo 6: Sé contar con los dedos.

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«Tú lloras debajo de tu llanto, tú abres el cofre de los deseos y eres más rico que la noche pero ¡hace tanta soledad que las palabras se suicidan!».

-Alejandra Pizanik

Lauren, en cualquier momento, se clavaría los lápices en los ojos, o en los de Dominic. Pero primero serían los de él, para experimentar la satisfacción de verlo retorcerse de dolor y agonía.

—¿Me estás escuchando, Lauren? —Blackwell le pasó una mano frente al rostro y chasqueó los dedos.

—No me chasquees los dedos como a los perros —dijo, retirando la mano de Dominic con la suya—. Y sí, lo hago.

—¿Ah, sí? —cuestionó él, acomodándose mejor en la silla. Ambos se encontraban en el comedor de su casa con los portátiles y apuntes frente a ellos. Dominic poseía tanta información que Lauren se preguntó de dónde había sacado todo eso. Sus apuntes consistían en la fecha, el título del tema, un pequeño cuadro de texto, y la secuencia se repetía—. ¿Qué te expliqué?

—Los recursos financieros.

Blackwell se pinchó el tabique de la nariz, y ella hizo una línea con los labios. Lamentaba desperdiciar su tiempo, pero, por más que se esforzara, su cerebro no retenía la información.

Al menos, eso era lo que creía.

—Lo lamento —expresó con incomodidad—. Es solo que... nada de lo que... —Admitir frente a él que no entendía era como tragar ácido—. Lo siento.

Dominic la miró por algunos segundos y ella se removió incómoda en el asiento. Soportar el contacto visual con las personas siempre fue un reto.

—Lauren, no te juzgaré —dijo de repente.

—No te molestes. —Sacudió la cabeza—. Continuemos. Me distraje por un momento, lo siento.

Dominic suspiró y asintió. La observó por un par de segundos más, pero ella se cruzó de brazos, esperando a que prosiguiera. Él salió de su ensimismamiento.

—Supongamos que tienes un caso. Tu empresa presentará sus estados financieros para tener la oportunidad de solicitar un préstamo a la mía —explicó con una pequeña sonrisa en los labios.

Lauren entrecerró los ojos y resopló.

—Sí, claro —exclamó—. ¿Por qué soy yo la que se encuentra en banca rota? Además, no serías tú la persona a la que le pediría ayuda.

—Laurie —la miró—, ¿te recuerdo por qué estamos aquí en primer lugar?

—Porque tú rogaste por ayudarme —suavizó con falsedad la expresión—, ¿o ya no lo recuerdas, Dom?

Él rió en respuesta.

—¿Cómo no te iba a rogar si necesitaba una excusa para seguir viendo esa expresión desdeñosa en tu bonito rostro? —susurró con confidencialidad.

—De acuerdo, estoy en banca rota y, ¿qué más? —Hizo un mohín con la mano para que prosiguiera y dejara las actitudes ridículas.

Blackwell hizo lo que le pidió después de emitir otra carcajada.

Ella frunció el ceño. Era bastante halagador ser su maldita fuente de diversión.

—El gerente de la empresa le solicita a Livia que determine la variación porcentual del capital de trabajo neto y que entregue una explicación basada en lo siguiente. —Tomó una hoja del portafolio de Lauren y murmuró—: Los activos circulantes en 2006 fueron de 10,000.00 € y en 2007 de 20,600.00 €; los pasivos circulantes en 2006 fueron de 3,000.00 € y en 2007 de 18,000.00 €. Ahora, ¿cuál es el capital de trabajo neto y cuál es tu variación porcentual?

Ella tragó saliva. No era difícil; en realidad, era un ejemplo tan sencillo que no se comparaba con lo que vendría en el examen de recuperación. Si tan solo dejara de bloquearse con los números y confiara en su conocimiento, sería más sencillo.

Tomó el lápiz y la hoja, y elaboró una tabla de datos.

En algún momento, dejó de contar las veces que borró y escribió una respuesta distinta. Dominic la había estado mirando durante todo el proceso, y si no se detenía, jamás resolvería el ejercicio.

—Detente —murmuró entre dientes—. No puedo concentrarme.

—Me iré si te hace sentir más cómoda.

—No, solo... —elevó la mirada—, voltéate o haz algo en la máquina. No sé, distráete.

—Como un perro —estableció, imperturbable.

A su pesar, Lauren rió.

—Deja de mirarme, es todo.

Finalmente, obtuvo un poco de privacidad. Se distrajo en los últimos minutos de la explicación, pero realmente escuchó a Dominic.

Hizo los cálculos y escribió las respuestas.

—Me merezco unas vacaciones. —Terminó y recargó la espalda en el respaldo de la silla—. Ya sabes, de esas que vienen acompañadas de no regresar nunca a la universidad.

—Qué débil —burlón.

Esperó a que calificara los resultados en silencio. Pasaron dos minutos y, al final, él asintió complacido. Lauren aplaudió para sí misma.

«Dominic siempre será mejor que tú».

Su felicidad se esfumó al sentir las palabras de su padre impregnarse en su cuerpo y mente. Su esfuerzo no era más que mediocridad.

—Hiciste un buen trabajo, Laurie.

—Sí, gracias —mintió. Se levantó y reunió sus pertenencias para marcharse a su casa—. Nos vemos mañana —se despidió.

—No me sorprende.

Lauren frunció el ceño.

—¿Disculpa?

—Huyes y retrocedes. De nuevo.

—No es verdad. —Pegó el portafolio a su pecho como si la fuera a proteger de él.

—¿No lo es? —Se levantó, movió la silla y caminó hacia ella, pero Lauren retrocedió—. No lo haces —dijo con sarcasmo. La felicidad no se reflejó en sus ojos.

—Lo que pienses de mí no es relevante, ni afecta la percepción de lo que soy.

Mentira.

—Permíteme enseñarte algo —decidió ignorarla para cambiar de tema.

—¿Qué? —ladeó la cabeza, confundida.

—El fin de semana, en la playa, alguien elaboró una pintura de nosotros —comentó—. Tiene la intención de venderla, pero antes le gustaría obtener tu aprobación.

—¿Mi aprobación? ¿De qué hablas?

—Si me acompañas, te lo explicaré.

—No.

—No fue una pregunta.

Lauren emitió una risotada.

—Y menos así. —Se cruzó de brazos, con los papeles arrugados debajo de ellos—. Pídelo con amabilidad.

—Estoy siendo amable —dijo, enfadado. Lauren tuvo que morderse el labio para no carcajearse.

—Tienes esta cara de culo que me demuestra lo contrario.

—Eres una pequeña mierda irritante, Russo.

Se encogió de hombros.

—Soy encantadora, lo sé.

—Por favor —murmuró entre dientes.

—¿Eh?

—¿Podría tu culo obstinado acompañarme a un taller de arte, por favor? —Tensó la mandíbula.

—Eso no fue amable —chasqueó la lengua—, pero lo haré. Tengo curiosidad.

Dominic suspiró.

Divinos Dioses HeridosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora