«En medio del caos descubrí que había, dentro de mí, una calma invencible. No importa lo duro que el mundo empuje contra mí; en mi interior hay algo más fuerte, algo mejor, empujando de vuelta».
-Albert Camus.
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Liv fue dada de alta del hospital el primero de abril de 2024, un mes antes de su cumpleaños. Se veía mejor que unas semanas atrás. Cumplió su promesa de luchar por mejorar.
Solicitó a sus amigos recrear la cena de Navidad del año pasado como una manera de evocar la calidez y el sentido de pertenencia.
Todo volvía a parecerse a la Navidad del año pasado: sentados en los mismos lugares, con las mismas personas —excepto Alex—, en la misma cabaña en Francia. Sin embargo, algo era distinto en el aire. Las decoraciones navideñas y el invierno quedaron atrás, pero no era solo eso. Quizás eran las razones detrás de la reunión, la nostalgia en el ambiente o el amor palpable en la habitación.
Era un amor distinto, y bastó con observar a sus amigos para reconocerlo. La tranquilidad en los gestos de Em era evidente; ya no buscaba algo que hacer con las manos. También se notó en cómo Drew chocaba los cubiertos de forma sutil o en cómo Archer cambió la canción por una más melódica.
Lauren no lo sabía con certeza, pero tal vez también fue el gesto de Liv. Absorbió cada momento con una mirada radiante y una sonrisa alegre. Sus manos permanecieron inmóviles sobre la mesa, pero sus ojos recorrieron cada rincón hasta encontrarse con los de ella.
Entonces, Liv suavizó su sonrisa, le guiñó un ojo y levantó su copa en un gesto breve. Ella le devolvió la sonrisa y se llevó la mano al pecho. Tenía ganas de llorar, pero no supo la razón.
—Haré un brindis —exclamó Vinnie, poniéndose de pie y elevando la copa—. Por Liv. Mi Liv —enfatizó con vehemencia—. Porque ella encarna la verdadera definición de ángel en la tierra; de amor en la Biblia; de fortaleza en la vida y de belleza en la filosofía. Un brindis, porque es lo menos que podemos hacer por ti —la miró—, porque eres y siempre serás nuestra hermosa Liv.
Todos alzaron sus copas, y sin mucha demora, llegó el turno de Liv para levantarse.
—Los brindis nunca me fascinaron —confesó, algo trémula y frágil—. Los consideraba falsos y carentes de autenticidad. Pero ahora, con ustedes aquí... soy afortunada —se secó los ojos tras una pausa. Era raro verla llorar; su tristeza solía ocultarse tras una sonrisa—. Durante mi estancia en SenPetuu, me preguntaba qué hacía allí. Había tantas personas perdidas en sí mismas; personas que, por mucho que lucharan, siempre estarían atrapadas, vacías, rotas, enfermas. Pero también había personas valientes, llenas de esperanza, con tanto amor por la vida que su presencia allí era una forma de demostrar que seguirían adelante, a pesar de las injusticias. —Liv no miraba a nadie en particular, pero de vez en cuando hacía contacto visual con ella—. A veces la vida carece de sentido, estamos tan perdidos y fuera de lugar que desearíamos despojarnos de nuestra propia piel y mente. El vacío es tan abrumador que nos consume, dejándonos en una constante agonía; es un dolor que se instala en el alma, una angustia que nos implora buscar alivio en todas direcciones, pero sin encontrar nada. Es como un sollozo silencioso.
Nadie respondió, pero no hacía falta.
—No estás bien en ningún lugar; las pasiones que solías tener ya no despiertan interés, como si te las hubieran arrebatado, pero tú mismo eres el culpable. El sueño te evade y, cuando logras conciliarlo, preferirías no volver a despertar. Intentas olvidar, pero tal vez nunca encuentres el camino de regreso; cualquier atisbo de felicidad superficial es mejor que vivir en la desesperación. Llorarías, pero ya no te quedan lágrimas; se han agotado todas. Quisieras arrancarte el corazón y lanzarlo lejos, o inyectarte el cerebro para ver si así encuentra el maldito respeto de funcionar. No pides morir, pero tampoco soportas seguir viviendo así. No aspiras a arruinar tu vida, pero todo lo que haces es desperdiciar el tiempo. —El líquido en la copa tembló—. El pasado es nostálgico; el presente, deprimente; y el futuro, inexistente.
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Divinos Dioses Heridos
RomanceLa existencia humana es un entramado infinito de palabras, regido por un poder superior a ellos mismos. Fuerte, poderoso, imponente. Aterrador y deslumbrante. La belleza de un ángel, envuelto en dinero y veneno con sabor a afrodisíaco. El apellido R...