Capítulo 31: Bienvenido a casa.

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«No hay nada como volver a un lugar que permanece sin cambios, para descubrir cómo has cambiado tú».

-Nelson Mandela.

—¡Lau! —La primera reacción de su hermano fue correr hacia ella y abrazarla—. Te he echado de menos. Ver películas de superhéroes no es lo mismo sin ti.

Lauren correspondió al abrazo con la misma intensidad y Dominic escuchó su risa. Esa risa que lo tenía tan ena...

Uh, correcto.

—¿Debo pretender que no acabas de ignorarme? —Era un poco insultante que Alex no le dirigiera una mirada.

Ambos se voltearon para prestarle atención y, de repente, Al se aferró a su cintura.

—Temí que no vinieras —hizo un puchero—, pero la verdad es que he extrañado más a Lau que a ti.

Dominic dejó escapar un sonido agraviado. El descaro.

—No te molestes, Nic. —Laurie le dio un beso en la mejilla—. No es mi culpa ser la favorita de tu hermano.

Uno de sus hoyuelos se acentuó. Sí, entendía por qué su hermano la prefería a ella.

—¡Mamá estará emocionada de conocerte! —exclamó Al con fervor—. Sabía lo mucho que le gustabas a Nic, pero le consternaba que nunca tuviera el valor suficiente para invitarte a salir.

Su novia enarcó las cejas, sorprendida. Adoraba la franqueza de su hermano, pero a veces revelaba más de lo necesario.

—Carajo, Al —masculló.

—¡Yo también me sorprendí! —Alex se desprendió de sus brazos, tomó la mano de Lauren y la condujo hacia la casa—. Imaginé a mi hermano muriendo solo y triste por nunca haberte confesado sus sentimientos.

—Y yo que creía que me detestaba —dijo ella con tono burlón.

Más bien babear por ti en secreto durante años.

—Oh no, para nada. —Abrió la puerta de su gran casa y entraron. Dominic notó el asombro en la mirada de Lauren. Estaba acostumbrada a la extravagancia y lo ostentoso, pero allí era distinto. Se fusionaba lo histórico con lo innovador, lo antiguo con lo moderno. Era un lujo más sofisticado y cautivador—. Actuaba engreído y seguro de sí mismo, pero en realidad me llamaba llorando porque no te interesabas en él, lo mirabas con desdén y lo ignorabas. Era gracioso.

—Al —ambos escucharon su voz grávida, en advertencia.

—Ignóralo —hizo un ademán evasivo con la mano—. Se pone gruñón porque sabe que es verdad.

Era verdad, pero eso no significaba que tuviera que andar divulgando sus verdades o secretos por todas partes. Especialmente delante de la responsable de sus delirios.

Lauren no paró de sonreír mientras avanzaban por la sala principal de la casa. Aun cuando un par de mayordomos los detuvieron, su sonrisa persistió, pero desapareció por completo al ver a su madre sentada en uno de los sofás reclinables cerca del piano y las ventanas que daban al exterior.

Eso le borró la sonrisa. A él también.

Su madre lucía... distinta. Distinta mejor. Toda la vida fue una mujer hermosa. El cabello largo, de un tono castaño y ondulado, enmarcaba un rostro simétrico con ojos expresivos de color café, en lugar del azul de su hijo. Poseía los mismos hoyuelos que Dominic, pero él no hablaba de su físico. No exactamente.

Había un brillo de vida en su mirada, un brillo que alguna vez se apagó pero que en ese instante reflejaba todos los matices vibrantes del mundo. Ella sanó.

Divinos Dioses HeridosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora