Capítulo 2: En lo profundo de un cuerpo añorante.

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«¿Acaso existía un anhelo humano más triste —o más intenso— que desear una segunda oportunidad en algo?».

-Haruki Murakami.

—Escribí mal mi nombre. —Lauren emitió una carcajada resignada—. Puse Russo con una s.

Su amiga Livia reciprocó su risa.

—El viejo decrépito sería bastante amable si me pone un treinta. ¿Cómo hizo ese examen? ¿Con el culo?

Lauren rió más fuerte, pero la risa desapareció tan pronto como su profesor de contabilidad salió del aula. Era bajito, con un bigote feo bajo la nariz, sin cabello y siempre usaba un gran sombrero puntiagudo.

—Señoritas —las miró por encima de los lentes—, les recomendaría dedicar más tiempo a sus estudios. De nada les servirá graduarse en Negocios Internacionales si van a ser incompetentes en el campo laboral.

Era lo más encantador que le habían dicho en la vida.

—Le agradecemos los buenos deseos, profesor Bianchi —respondió Liv.

—¿Tú no tienes nada que decir, Russo? —Bianchi se dirigió a ella.

¿Qué esperaba escuchar? «¡Muchas gracias, profesor, pero métase sus comentarios por el culo!». Bianchi no estaría muy contento con eso.

—Sí, se lo agradecemos —tensó una media sonrisa—. Uh, me parece que cometí un error al escribir mi apellido.

Bianchi la observó con incredulidad, sin creer que alguien fuera tan estúpida.

—No tendrá repercusiones, pero presiento que desaprobó el examen.

Lauren fingió que las noticias no le afectaron, pero estaba defraudada de sí misma. Lo peor no era intentarlo y fracasar; lo peor era arruinarlo a pesar de todo el esfuerzo. Al final, no importó si se pasó toda la madrugada estudiando, porque el resultado fue el mismo que si se hubiera quedado en esa desagradable fiesta con su hermano.

Después de que Bianchi se marchara, Liv se giró hacia ella, la sostuvo de los hombros y le dio un rápido abrazo.

—Aparentas estar bien, pero en el fondo no lo estás. —Liv sabía mejor que ella—. Te prometo que mejorará.

Recargó la cabeza en su hombro y cerró los ojos. Se envolvió en el aroma sutil y refrescante de su amiga. Ella era como respirar aire fresco.

—Sin importar cuánto me esfuerce, es lo mismo. Una parte de mí aún busca demostrarle a Alessandro que lo he logrado, y se enorgullezca.

—A la mierda la nota que te ponga, yo estoy orgullosa de ti.

Lauren murmuró un «te adoro» por lo bajo y le besó la mejilla con
profundo afecto.

—Por supuesto que me adoras —se regocijó—. Soy la mejor amiga que has tenido.

—Eres la única amiga que he tenido en la vida —dijo, sin ocultar la verdad—. No existen muchas candidatas para decidir quién es la mejor de todas —ironizó.

Liv rió.

—Es verdad. No tenemos amigos.

—Es una lástima. —Se mantuvo unos segundos en silencio y, encogiéndose de hombros con desinterés, agregó—: ¿Vamos por un café?

—Pensé que nunca lo pedirías.

ΨΨΨ

Se encontraban en la cafetería de la Universidad Blackwell, un lugar al que solían ir en sus horas libres. Liv comía un croissant con un café americano y Lauren, un pastel de chocolate con un frappuccino.

Divinos Dioses HeridosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora