«Hay cosas que no sabía que sentía hasta que las escribí y me dolió leerlas».
-Elena Poe.
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Tenía ocho horas.
Era 10 de junio de 2024 y faltaban ocho horas para que Laurie saliera de la universidad y de la terapia psicológica. Él la esperaría fuera del edificio, como lo había hecho durante el último mes.
Ocho horas.
Ocho horas eran más que suficientes.
—En dirección a la Prisión de Baumettes en Marsella, por favor, James —ordenó más que pidió, y procedió a abrocharse el cinturón de seguridad.
James lo recibió con una mirada extrañada, pero consciente de que era mejor seguir sus órdenes que preguntar por las razones, asintió. Encendió la batería principal y verificó que todos los sistemas de comunicación funcionaran adecuadamente.
Dominic lo observó de manera distraída encender el sistema de ignición, permitir que el motor se calentara a velocidad de ralentí, monitorear la temperatura del motor, incrementar la velocidad del rotor y comunicar a la torre de control que despegarían en unos segundos.
Los procesos rutinarios y de seguridad le eran menos que irrelevantes; solo aspiraba a llegar a esa maldita prisión y actuar como el hombre corrupto que era.
Jodería a Raphael Moore más de lo que él osó joder a Laurie.
Su sangre hirvió, y le costó mantener todo su autocontrol para no vociferarle al hombre a su lado que se apresurara y dejara de perder el maldito tiempo.Recordó cómo los hombros de Lauren se encogían, vulnerables y frágiles, mientras le contaba toda la mierda que soportó por culpa de Raphael Moore. Su visión se tornó roja.
Si era honesto consigo mismo, no entendía por qué lo hizo. Agradecía que confiara en él para compartir algo tan doloroso, pero por la forma en que su mirada se desvaneció, vacía; cómo su cuerpo se tensó, tembloroso de miedo; y cómo su rostro se endureció, levantando barreras metálicas para protegerse del dolor, le indicaron que todavía no estaba lista.
Pasó horas dormida sobre su regazo, como si ese contacto fuera capaz de arañarlo de su memoria.
Dominic estuvo allí, con Ank recostado a un lado de ellos. Ignoró el entumecimiento en sus piernas y la incomodidad de la posición. Se mantuvo a su lado, acariciando su cabello y robándole besos fugaces en el rostro.
Pero en ciertos momentos, fantaseó con viajar a Marsella para matar al imbécil de Moore y, de paso, a Alessandro Russo. Dominic no era un ser intocable, pero si terminar encerrado en una celda por el resto de su vida significaba ver el brillo de vida desvanecerse de esos ojos asquerosos y que su última exhalación estuviera impregnada de dolor y puta agonía, lo aceptaría.
Tomó otra fuerte bocanada.
Tranquilízate. Si los matas y terminas en la cárcel, nunca volverás a estar con Lauren. ¿Es eso lo que quieres, jodido imbécil? Vuelve al juego y piensa con la cabeza fría.
—¿Se encuentra bien, señor Blackwell? —James cuestionó.
—Sí —respondió él, de forma simple. James notó su falta de interés en entablar una conversación, así que guardó silencio.
Sería un viaje de 60 minutos bastante largo.ΨΨΨ
—Dominic Blackwell —Moore se recostó en la banca y escupió su nombre con una arrogancia repugnante. Todo en su lenguaje corporal irradiaba deleite y superioridad, como si aquel lugar le perteneciera. Dominic apretó la mandíbula, tenso—. Te diría que me sorprende verte por aquí, pero la verdad es que no tanto —mostró una sonrisa torcida, dejando al descubierto los pocos dientes amarillentos y sucios que le quedaban—. ¿Es acaso Lauren Russo la razón de tu visita?
—No pongas su nombre en tu asquerosa boca —ordenó con voz baja y amenazadora—. Te recomendaría que te ahorres la mierda arrogante conmigo, Moore.
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Divinos Dioses Heridos
RomanceLa existencia humana es un entramado infinito de palabras, regido por un poder superior a ellos mismos. Fuerte, poderoso, imponente. Aterrador y deslumbrante. La belleza de un ángel, envuelto en dinero y veneno con sabor a afrodisíaco. El apellido R...