Capítulo 3: Veneración en un mundo superficial.

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«Intentaste cambiar, ¿verdad? Cerraste más la boca, trataste de ser más suave, más guapa, menos volátil, menos despierta.
No puedes construir hogares en seres humanos.
Alguien debería habértelo dicho ya».

-Warsan Shire.

Lo veneraban como una divinidad celestial, una deidad postrada sobre una superficie artística. Idolatraban sus movimientos elegantes y palabras correctas. El deseo se reflejaba en las miradas dirigidas a su piel brillante y complexión perfecta.

Un Dios Todopoderoso que observaba morir a sus discípulos más fieles por un trozo de pan. Un Todo en una Nada. Blackwell, el Todo, y las personas que lo rodeaban en su playa privada, la Nada.

Recostado sobre la fina arena, permitía que los demás le sirvieran. Mantenía a una mujer sentada en el regazo, resplandeciendo maravillosa e imponente. Blackwell era un dios y ellos eran los siervos que subsistían por debajo de él.

Lauren se mordió la piel interna de la mejilla y tragó un comentario mordaz. Estaba con su familia y prefería evitar una confrontación ridícula con su padre.

Eludió la fiesta del viernes, pero no le advirtieron que ese día se vería en la tediosa necesidad de presenciar el maldito culto hacia Blackwell.

—De haber sabido que estarías con esa expresión amarga en el rostro, no te habría permitido venir —Alessandro la reprendió—. Tienes el placer de ser invitada por Blackwell a sus reuniones privadas y así agradeces.

Lauren formó las manos en unos dolorosos puños. Las uñas se le clavaron en la piel.

—Estoy aquí por obligación, no por gusto —enfatizó—. ¿O ya se te olvidó?

—Padre, no considero apropiado discutir. —Andrew se removió en el asiento con creciente incomodidad—. ¿Nos acercamos a Dominic?

¡No!

—¡Sería grandioso! —Alessandro exclamó, complacido—. Podrías ser un poco más como tu hermano, Lauren.

¿Alguna vez su padre la vería como era ella y no por lo que él esperaba que fuera?

Sopesó sus opciones: quedarse con su padre y escucharlo quejarse por horas o acercarse a Blackwell y ser parte del culto. Dios, desearía que Liv se encontrara allí.

—No, pero muchas gracias por los buenos deseos, padre —dijo. Se levantó, alisó su vestido y le preguntó a su hermano—: ¿Vamos?

Drew asintió y se dirigieron hacia Dominic. La mirada de su padre se clavó en su nuca con ira, como si la mera visión de su hija fuera suficiente para generarle náuseas.

—¿No se te ocurrió otra cosa que no fuera estar cerca de Blackwell? —le cuestionó mientras caminaban.

—Era la única manera de alejarnos de él. —Drew lucía pesaroso.

—¿No te parece extraño que Alessandro lo ame más a él que a sus propios hijos? —Se quitó las zapatillas de playa y caminó descalza por la arena.

—Si tu definición de amar es besarle el culo a Dominic todo el tiempo, prefiero no ser amado por él.

—¿Besarle el culo? —resopló—. Más como chuparle la polla.

Su hermano emitió una carcajada, pero, al estar cerca de Dominic y otras diez personas, guardó silencio. Lauren los reconoció, pero la mayor parte de esa gente le desagradaba.

Blackwell aún se encontraba recostado sobre la arena, con unas gafas de sol puestas, el cabello peinado hacia atrás, una camisa blanca entreabierta del pecho, unos shorts de playa y una expresión que rozaba lo sombrío.

Divinos Dioses HeridosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora