Capítulo 32: Te esperaré como el sol a la luna, y la luna al sol.

4 2 0
                                    

«Vivir es lo más raro de este mundo, pues la mayoría de las personas no hacemos otra cosa que existir».

-Oscar Wilde.

¿Alguna vez te preguntaste por qué otros sí y tú no? Ciertamente, Lauren se lo cuestionó durante años al compararse con Dominic. Él se ganó el cariño de su padre y ella no; él tenía la vida resuelta y ella, no. La vida de él sí funcionaba y la de ella no.

Pero, ¿alguna vez te preguntaste por qué algunos encontraban sentido en su vida y tú solo luchabas por mantenerte a flote? Ellos no recurrían a medicamentos para combatir la oscuridad de su mente, mientras que tú te sentías perdido en una neblina interminable.

Ellos no sufrían de una apatía constante hacia la vida, pero tú sí. No tenían que esconder su dolor detrás de sonrisas falsas, mientras tú luchabas con la oscuridad en tu mente para conservar la cordura. Ellos no fingían estar bien para evitar ser señalados, y no llevaban en el alma una tristeza tan profunda, rota, muerta.

Para algunos, la muerte significaba atraer una maldición prohibida de profanar, pero para ti era una opción constante.

Lauren ya no formaba parte de la ecuación, pero Liv sí lo hacía. Liv lo había sido durante mucho tiempo. Pensó que el agotamiento era solo físico y que con el tiempo desaparecería, pero se equivocó. El cansancio era mental y emocional, y eso también comenzó a afectarla físicamente.

¿Alguna vez sentiste que el tiempo pasaba frente a tus ojos, pero todo lo que hacías era sentarte y observar desde lejos? Esa sensación de culpa que te consumía por dentro porque sabías que estabas desperdiciando tu vida, pero poseías una falta total de energía para mejorar.

¿Alguna vez pasaste horas dormido tratando de ignorar el vacío que te consumía? Era un vacío que no te permitía pensar ni reaccionar; que te impedía vivir. Te dejaba en silencio, con la mente en blanco. Cada vez que se apoderaba de ti, sentías el impulso de lanzarlo lejos, de desprenderte de su peso, para que se perdiera en la distancia y no encontrara un nuevo huésped, hasta morir en el olvido. Era el vacío que te hacía cuestionar por qué mierda seguías viva.

Liv sí. Todo el tiempo.

—¿Merece la pena, Lau? —preguntó con la mirada perdida—. Me refiero a toda la riqueza deslumbrante, las joyas y diamantes, las fiestas interminables, las cenas lujosas, las enormes mansiones, los regalos ostentosos, tener un estatus social imponente donde todos te conocen, pero nadie se molesta en comprender tus sentimientos. ¿Es lo que nos define al final?

Se encontraban en un bote viejo, algo destartalado e inseguro. La pintura, que alguna vez adornó un elegante café, se convirtió en una capa descascarada sobre la madera envejecida. Las dos bancas desaparecieron, dejándolas sentadas en la incómoda cubierta. Lauren nunca fue una persona temerosa del mar, pero algo en el ambiente le generaba desconfianza.

Se acercó un poco más a Liv. Ambas observaron cómo el cielo se teñía de tonos naranjas y rosados. El paisaje era hermoso, pero la precariedad del bote no le permitía disfrutarlo.

—Yo espero que no —respondió.

—Si muriera ahora, ¿crees que eso sería lo que me definiría?

Thud. Thud.

—¿Por qué preguntas, Liv? —Su voz salió débil y temerosa.

—Curiosidad.

—No te definiría. —Las manos le picaban por tocar a su amiga, pero no encontró la fuerza para moverlas—. Sin importar cuánto dinero tengas, serás mucho más que todo eso. Mucho más que todo esto.

Divinos Dioses HeridosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora