«Le susurró al oído: "el tesoro siempre está escondido bajo la X". Él buscó la señal en el suelo durante un buen rato hasta que pareció rendirse. Sólo entonces, y con sonrisa lobuna, ella añadió: "levanta la vista, verás la X sobre ti". (Dedicada a todo aquel que no es consciente de ser el tesoro del mapa)».
-Emilia Galindo.
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Joder, se sentía fatal.
Prometió no volver a hacerlo. La boca seca, el dolor de cabeza, la escasa luz que se filtraba en la habitación —como mirar directamente al sol—, el ardor en el estómago y unas terribles ganas de vomitar la atormentaban.
Gruñó y se removió entre las sábanas. Al abrir los ojos, se encontró con un Dominic ceñudo pero divertido.
—¿Te sientes mal? —profundizó el hoyuelo de la mejilla—. Qué bueno.
Lauren le mostró el dedo medio y él ensanchó su media sonrisa.
—Métete tus comentarios por el culo. —Se tocó la sien, desdeñosa—. Me lleva el demonio.
Dominic soltó una risa juguetona. Con la mano izquierda le acarició la mejilla y, con la otra, le sujetó el cabello en un puño.
—Insolente —susurró cerca de ella.
Lo empujó del pecho; no tenía el ánimo suficiente para tolerarlo. Solo cerraría los ojos y pretendería que, a partir de la medianoche, el mundo dejó de existir.
—Si vienes a darme una lección de vida, será mejor que te la ahorres. Lo único que me pesa es que, debido a mis malas decisiones, dejaré de ir al baño durante los próximos cinco días. —Se cubrió los ojos con el antebrazo—. Ya sabes, problemas estomacales, estreñimiento y toda esa mierda.
Lo escuchó reír y, sin pensarlo dos veces, le propinó un golpe con el puño cerrado en el centro del estómago. No con mucha fuerza, pero sí lo suficiente para que le doliera al imbécil. Él exhaló un quejido y ella sonrió, satisfecha.
—Pobre cosita enferma —se burló después de recuperar el aliento.
Se descubrió los ojos y lo miró con desdén.
—¿Y los demás? —Con una mueca, se enderezó hasta quedar sentada.
Nic hizo una fina línea con los labios y suspiró por lo bajo. Se talló los ojos con el dorso de las manos y bostezó con cansancio.
—¿Estás bien, Dom?
—Todo bien —le ofreció una pequeña sonrisa y continuó—: Sonia se fue a casa hace un par de horas. Livia y Vinnie duermen en la sala, Drew en una habitación con Archer, y Em está tirado en la alfombra de la habitación de Al —resopló con frustración—. No estoy seguro de cómo llegó allí.
—¿Alex no se despertó para avisarte que un estúpido duerme en la alfombra de su habitación?
Las mejillas de Dom se tornaron de un cálido color rojo y bajó la cabeza, avergonzado.
—Estuve cuidando de ustedes durante la madrugada y parte de la mañana —explicó—. Al entrar al cuarto de Alex, Emanuele aún no había llegado —carraspeó—, pero luego terminé contigo y me quedé dormido. Lamento invadir tu privacidad, pero te prometo que nunca toqué la cama; me mantuve aquí —añadió, señalando la banca de madera incómoda.
Lauren tuvo un impulso abrumador de besarlo, pero antes se hidrataría y se lavaría los dientes.
Abrió los brazos para invitarlo a cubrirse con las sábanas y recostarse junto a ella. Dominic entreabrió los labios y la miró con impresión e incertidumbre. Lauren no entendía cómo alguien era tan poderoso, pero al mismo tiempo tan vulnerable.
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Divinos Dioses Heridos
RomantizmLa existencia humana es un entramado infinito de palabras, regido por un poder superior a ellos mismos. Fuerte, poderoso, imponente. Aterrador y deslumbrante. La belleza de un ángel, envuelto en dinero y veneno con sabor a afrodisíaco. El apellido R...