«Las últimas palabras que le dije, fueron: "cuídate mucho, no olvides que voy a guardarte en un lugar especial, donde habitan las cosas que he amado de verdad [...]"».
-Gian Franco Huacache.
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—Hoy es mi cumpleaños —dijo Lauren, mirando por la ventana de la habitación. A pesar de que estaba cerrada, la brisa del mar se coló en su cuerpo—. Es dos de julio, cumplo veintidós —se mordió el labio, luchando por contener las lágrimas—, y ella no está aquí.
La Dra. Gabriella B. se hallaba sentada enfrente de ella en un sillón individual más cómodo que el suyo. Al menos, eso era lo que parecía. Era un poco mortificante que Gabriella con cuarenta y cinco años luciera más joven que ella; tenía que ser el sillón. No existía otra explicación.
Deliras.
Correcto.
—Hablaremos un poco más sobre ella, si te sientes cómoda. ¿Hay algo especial que Livia solía hacer por ti cada dos de julio que te gustaría conmemorar hoy?
Se encogió de hombros. ¿Estaba dispuesta a profundizar en sus pensamientos y rememorar las cosas hermosas que Liv hizo por ella? Por ejemplo, recordar que era su cumpleaños.
Rió para sí misma.
—¿Recordaste algo en particular, Lauren? —preguntó.
Salió de su trance, emitió un leve carraspeo y sacudió la cabeza.
—No, uh... fue un chiste interno —se sonrojó y Gabriella anotó algo en su libreta. Lauren se abstuvo de rodar los ojos—. Los únicos que me felicitaban eran Liv y Drew, pero ella siempre se aseguraba de ser la primera —adelgazó los labios—. Supongo que era lindo.
—¿Qué era lindo?
Frunció la nariz. ¿En serio tenía que explicarlo? ¿No era ya lo suficientemente obvio?
—Importarle a alguien —murmuró.
—Las acciones de Livia siempre tuvieron un significado profundo para ti. Confiabas en que, inclusive si todos los demás se iban, ella estaría a tu lado. La realidad fue un fuerte golpe a esas ilusiones con las que estabas cómoda.
Lauren bajó la cabeza y lo reflexionó.
—Así fue como decidí vivir —respondió. Envidiaba la comodidad del sillón de Gabriella—. Vivir en realidades alternativas y buscar un respiro en el escapismo.
—No fue así como decidiste vivir, Lauren; fue como te obligaron a hacerlo.
—Tengo miedo —confesó tras unos segundos de silencio. Levantó la mirada hacia el techo blanco, donde los elegantes candelabros adornaban la habitación.
—¿A qué le tienes miedo? —preguntó Gabriella.
—A olvidar su voz, su risa, la manera en que caminaba, cantaba, bailaba. Me aterra olvidarla.
Se removió incómoda en el asiento. Fijó la mirada en los sillones, que eran del mismo material. No era la incomodidad del sillón lo que la perturbaba, sino la incomodidad dentro de su propio cuerpo y mente. Era ella misma la causante de sus constantes martirios.
—Mantén vivas las memorias —dijo con una serenidad que Lauren encontró abrumadora en ese momento.
Frunció el ceño.
—A veces, algunos eventos son inevitables, Lauren. No habrá una realidad alternativa en la que cambies lo sucedido, pero es posible mantener vivas las memorias. Todo lo que la caracterizaba, lo que la volvía ella y lo que perdurará a medida que empieces a olvidarla.
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Divinos Dioses Heridos
RomanceLa existencia humana es un entramado infinito de palabras, regido por un poder superior a ellos mismos. Fuerte, poderoso, imponente. Aterrador y deslumbrante. La belleza de un ángel, envuelto en dinero y veneno con sabor a afrodisíaco. El apellido R...