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Mi padre era un gran hombre. Cariñoso, atento, siempre lleno de amor para mi madre y para mí. Jamás faltó en nuestras vidas, y en los buenos tiempos, no nos faltaba nada. Era un hombre trabajador, dedicado, que siempre encontró el tiempo para darnos momentos de felicidad. Recuerdo cómo me levantaba en brazos y me hacía sentir como si volara. Solía decirme que un día yo podría alcanzar las estrellas si así lo quería.

Una noche, como tantas otras, entró en mi habitación, me dio un beso en la frente y me dijo buenas noches. Lo vi con la misma tranquilidad de siempre, con esa sonrisa que parecía capaz de vencer cualquier adversidad. Pero a la mañana siguiente, todo cambió. Él ya no estaba. Desapareció sin dejar rastro, y mi madre nunca quiso hablar de lo que pasó. Su silencio fue tan duro como su ausencia.

Desde aquel día, nuestra vida cambió por completo. De repente, el dinero dejó de ser suficiente, y mi madre cayó en una etapa de depresión. No le culpaba, ella había perdido al hombre que lo significaba todo. Pero no fue solo eso. Poco tiempo después, empezó a enfermar. Y entonces, yo me vi forzada a tomar las riendas. Me convertí en la que mantenía todo a flote.

Al principio, intenté con empleos de medio tiempo por mi corta edad. Trabajé en tiendas de ropa, pensando que podría ganar lo suficiente para mantenernos, pero pronto me di cuenta de que eso no sería suficiente. Mi madre necesitaba una operación, y el salario que recibía apenas cubría lo básico. Así que, un día, mientras caminaba hacia casa, vi un letrero en un bar que buscaba personal.

Sin pensarlo demasiado, entré y comencé a trabajar allí. Con el paso del tiempo, me fui dando cuenta de que aquel bar era más que un simple lugar de copas y conversaciones. Había clientes habituales que no parecían estar allí solo por las bebidas, y las conversaciones que se susurraban entre las paredes me daban la sensación de que algo más se movía bajo la superficie. Empecé a escuchar cosas, rumores que nadie se atrevía a confirmar en voz alta. No era raro ver personas entrar por la puerta trasera y salir con expresiones tensas o satisfechas, dependiendo del acuerdo al que hubieran llegado.

No preguntaba, solo hacía mi trabajo. Estaba atrapada en una rutina que parecía no tener fin. Cada día, ponía una sonrisa vacía en mi rostro, atendía a los clientes, servía las copas, y mientras lo hacía, observaba a mi alrededor. Porque eso era lo único que podía hacer, observar.

Era lo único que me quedaba para ganar el dinero que tanto necesitaba para cubrir las facturas médicas de mi madre. Su salud se había deteriorado rápidamente y los hospitales no ofrecían compasión, solo cuentas impagables. Con el tiempo, los días comenzaron a mezclarse, sin distinción entre uno y otro. Se volvieron una rutina agotadora, donde cada jornada era igual de oscura que la anterior. Me levantaba cansada, iba al trabajo, soportaba las peleas entre los clientes borrachos, el constante acoso de aquellos que creían que podían comprarme con palabras vulgares, y el peligro de caminar sola por la noche cuando mi turno terminaba.

Pero no tenía otra opción. No había lugar para lujos como la seguridad o la dignidad. Solo tenía una meta: ganar suficiente dinero para salvar a mi madre, para evitar que su situación empeorara. Y así, aunque cada día me pesara más que el anterior, seguía adelante.

A pesar del peligro, a pesar del miedo que empezaba a acumularse en el fondo de mi estómago cada vez que cruzaba la puerta, seguí trabajando. Porque, al final, ¿qué otra opción tenía?

Aunque no quisiera admitirlo, en más de una ocasión había sentido rencor hacia mi padre. Rencor por habernos dejado a nuestra suerte, por abandonar a su familia, por abandonarme a mí, su pequeña hija.

Aún recostada en la cama, los pensamientos no dejan de revolotear en mi mente. Todo lo que Eloise había dicho sobre mi padre se sentía como un rompecabezas incompleto. ¿Cómo era posible que ella lo conociera? ¿Qué sabía realmente? Estaba tan cerca de algo, lo podía sentir, pero esa cercanía también me aterraba. No podía dejar de pensar en lo que había pasado aquella noche cuando él desapareció, y lo que pudo haberle ocurrido después.

LOS WINSTONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora