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Aurora.

Trabajar en un bar no era precisamente lo que había soñado para mi vida, pero pagaba las cuentas y, más importante, las medicinas de mamá. El bar tenía encanto a su manera, con luces tenues y música suave que llenaba el ambiente. Las eventuales peleas entre los clientes en la planta superior aunque no eran del otro mundo rompían eventualmente la tranquilidad.

Mi trabajo es simple: sirvo tragos, limpio desastres, sirvo tragos y limpio desastres. A veces, mientras limpio vasos y escucho las conversaciones de los clientes, me imagino en otro lugar, quizás viajando por el mundo o siendo exitosa en un trabajo propio.

Los clientes habituales son una mezcla interesante. Está Joe, el tipo de la esquina que siempre pide whisky doble y habla solo con su vaso sobre problemas maritales, y Martha, la mujer mayor que llega a las ocho en punto todos los viernes y pide un Martini seco. Ellos son los menos problemáticos. Las peleas suelen ser causadas por los tipos calvos de cabeza tatuada y sus pandillas, que no saben cuándo detenerse con el alcohol.

Mientras sirvo una ronda de cervezas, mis compañeras susurran entre ellas limpiando las mesas.

—¿Te enteraste? Al parecer Emily escucho algo que no debía y no ha vuelto desde entonces. —dice Ana mirando de reojo hacia la puerta.

Mi interés se despierta. Emily era una de las camareras más veteranas del bar y siempre había sido muy reservada y responsable con su trabajo. La noticia de su desaparición me inquieta.

—Sí, dicen que se metió en problemas con la gente equivocada —responde Laura, otra compañera, pasando un trapo en una mancha de cerveza-. Espero que esté bien.

¿Podrá ser que la desaparecieron? ¿Cómo es posible? ¿Nadie ha hecho nada? —murmuro, sin poder evitar sentir un escalofrío.

—¡Aurora! —grita mi jefe desde el otro lado del bar, interrumpiendo mis pensamientos. Me giro rápidamente para verlo caminando hacia mí con una expresión seria.

—Sí, jefe —respondo, tratando de sonar lo más profesional posible.

—El día de hoy vas a suplir a Emily en la parte VIP —me dice con tono autoritario. Antes de que pueda decir algo, continúa.

—Escucha bien, hay reglas estrictas que debes seguir. No mires a los clientes a los ojos a menos que ellos lo pidan. No hagas preguntas, mantén tu boca y oídos cerrados. Y siempre mantén una actitud respetuosa.

La zona VIP tiene la reputación de ser un lugar donde se hacen tratos oscuros y se mueve mucho dinero. Los rumores de corrupción y negocios ilegales flotaban en el aire, pero nunca e tenido motivos para confirmarlos.

Acepto con una mezcla de nervios y curiosidad. La sección VIP siempre ha sido un misterio para mí y para las demás chicas, un lugar donde solo entran ciertos clientes de los que no se conoce nada sobre ellos y del que casi nadie habla.

—Sí, señor. Entiendo —respondo sin reprochar, aunque mi mente sigue pensando en Emily.
¿Qué habrá escuchado? ¿Qué fue tan peligroso como para hacerla desaparecer? Pero no puedo negarme a ganar un dinero extra.

Mi jefe me da una mirada de advertencia y se aleja entregándome una tarjeta dorada, dejándome con una sensación de inquietud en el estómago. Respiro hondo y me dirijo a la entrada de la sección VIP,  me acerco al elevador, que siempre me había parecido misterioso, y deslizo la tarjeta por el lector. Con un pitido suave, las puertas abren lentamente, revelando un interior lujosamente decorado, con paneles de madera oscura y un espejo dorado que ocupa una pared entera.

Las puertas se cierran y el elevador baja, mi mente sigue dándole vueltas a las reglas estrictas que debo seguir. ¿Qué es lo que hace que este lugar sea tan exclusivo y secreto? Las puertas se abren en el piso VIP y me encuentro en un pasillo elegantemente decorado, con alfombras gruesas y cuadros costosos en las paredes.

LOS WINSTONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora