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La criatura en el cuerpo de Yoongi observó cómo se alejaba Jimin, sintiendo una mezcla de confusión y angustia. El dolor en su cabeza se intensificó, como si una tormenta estuviera estallando dentro de ella. Con un esfuerzo, llevó la mano a su nariz, y la fría y espesa sangre que encontró allí le dio un escalofrío. La realidad de lo que estaba sucediendo comenzaba a calar hondo, y en ese instante, se dio cuenta de que no estaba sola en esta lucha. La mente de Yoongi y la suya estaban entrelazadas en una batalla que apenas comenzaba.

Con el corazón acelerado, se preguntó qué haría a continuación. ¿Podría encontrar una forma de comunicarse con él, de hacerle entender que había algo más grande en juego? La incertidumbre pesaba sobre ella, pero había una chispa de determinación que se encendía en su interior.

Regresó a casa sin prestar atención a los llamados de sus padres, sumida en un torbellino de emociones y confusión. Una vez en su habitación, se encerró y se miró al espejo. La imagen que reflejaba era inquietante; sus ojos, normalmente vivos y llenos de luz, se habían tornado completamente negros, como abismos sin fin.

De repente, sintió una presión abrumadora en su cabeza, y antes de que pudiera reaccionar, unos largos tentáculos comenzaron a emerger de su boca, moviéndose como serpientes en busca de su objetivo. Con cada movimiento, los tentáculos buscaban alivio, intentando encontrar la fuente del dolor que amenazaba con destruir su mente.

—Jimin. —murmuró sus labios.

Se quitó la ropa y se dirigió al baño, donde dejó que la lluvia artificial lo relajara. El sonido del agua y la sensación de las gotas cayendo sobre su piel le brindaban un breve alivio. Cerró los ojos, pero pronto un recuerdo afloró en su mente, uno que lo llevó a un tiempo más simple: su infancia como un pequeño pulpo joven.

En esa memoria, lo veía atrapado en un frasco de vidrio, observando el mundo a través de las paredes traslúcidas. Un joven de cabello castaño lo sostenía con delicadeza, hablando con una voz suave y llena de ternura. El joven sonreía mientras lo colocaba en una mesa, donde lo rodeaba con herramientas y frascos llenos de líquidos de colores vibrantes.

“Te ayudaré a sanar, pequeño amigo”, decía el chico, sus ojos brillando con una mezcla de curiosidad y empatía. Era un lugar seguro, un refugio donde no había miedo ni confusión, solo la promesa de cuidado y amor. La calidez de esa conexión se aferraba a su memoria, como una manta en una noche fría.

The Sea Creature [Y.M] [PRÓXIMAMENTE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora