The Sea Creature [Y.M] [PRÓXIMAMENTE]

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—Suficiente. —La voz de Yoongi resonó fría y firme, como un cuchillo cortando el aire cargado de tensión.

En ese instante, todo pareció detenerse. El líquido negro, los tentáculos y la presencia oscura comenzaron a retraerse, deslizándose de vuelta hacia Jimin. El cuerpo del chico, qué momentos antes temblaba y se agitaba, cayó inerte al suelo. Sus ojos se cerraron y su respiración se estabilizó, aunque permanecía inconsciente.

Yoongi suspiró, acercándose con pasos medidos. Sus movimientos eran metódicos, casi indiferentes, mientras se inclinaba para cargar a Jimin en sus brazos. A pesar de su complexión delgada, lo sostuvo con facilidad, como si cargarlo fuera lo más natural del mundo. Caminó hasta la habitación, colocándolo con cuidado sobre la cama.

—Siempre haces las cosas difíciles, ¿no? —murmuró, más para sí mismo que para lo que había dentro de Jimin.

Con movimientos precisos, levantó la camisa del chico, dejando al descubierto su vientre. El pálido vientre plano de Jimin, sin embargo, se movía de manera antinatural, como si algo vivo se agitará bajo la piel. Yoongi observó la escena con calma, sin una pizca de miedo o duda.

—Te lo advierto. —Su voz, baja, pero cargada de autoridad, llenó la habitación. —Él es tu padre, no te atrevas a hacerle daño.

El vientre de Jimin se retorció, como si aquello dentro de él intentara protestar. Yoongi frunció el ceño, llevando una mano a la piel cálida, ejerciendo una ligera presión. La agitación se detuvo de inmediato, aunque un leve temblor persistía bajo su palma.

—Si vuelves a causarle otra pesadilla. —añadió, su tono afilado como una hoja. —te cambiaré por uno de tus hermanos. ¿Entendido?

Un silencio pesado se instaló en la habitación. Por un instante, la tensión pareció desvanecerse, y el vientre de Jimin quedó inmóvil. Yoongi retiró su mano, satisfecho, y volvió a cubrirlo con la camisa. Observó el rostro tranquilo, pero pálido del chico antes de pasar los dedos por su cabello húmedo, en un gesto inesperadamente cuidadoso.

—Descansa, Jimin. —susurró, como si fuera una orden más que una petición. —Nuestro hijo no te causará más daño.

Se levantó, enderezándose con una postura imponente. Antes de abandonar la habitación, echó una última mirada al cuerpo dormido en la cama, asegurándose de que todo estuviera en calma. Pero incluso en la quietud, sus ojos fríos se mantuvieron atentos, como si esperara el siguiente movimiento de aquello que habitaba en Jimin.