Lo estamos

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Mañana, mediodía, noche.

Mañana, mediodía, noche.

Esas tres palabras se juntan formando una especie de oración que debo aprenderme como el más fiel de los religiosos, como un mantra que debo memorizar para lograr todo lo que quiero en la vida. Pero no me gusta para nada la situación en la que me encuentro.

Mañana, mediodía, noche.

Mi madre repite esas tres palabras cada minuto que puede, escribiéndolas en las murallas de la casa, dejándolas flotar en el techo y esculpiéndolas en el piso, para que yo a cada momento tenga que chocar con ellas sin tener otra opción que asimilarlas como mías, como parte de lo que soy y de lo que llegaré a ser.

Mañana, mediodía, noche.

Mañana, mediodía, noche.

Entran a mi como las palabras de esa canción que nunca me gustó, pero que terminé aprendiéndome la letra igual, de mala gana, y en mi cerebro están ahí, no las puedo olvidar, porque si paso por alto una, todo se echa a perder, porque "el tratamiento es importante" dijo la doctora con cara simpática, recalcando que no estaba mal, solo que había algo pequeño que mejorar para que todo estuviera como debería ser.

Por eso debo tomar medicamentos en la mañana, al mediodía y en la noche.

Pero sonrío. Cada vez que una píldora ingresa a mi organismo sonrío con satisfacción, por lo irónica que llega a ser la vida.

Porque al final del día, secretamente, todos estamos enfermos. Pero solo a algunos de nosotros nos intentan sanar.

One Shots / Un relato, una historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora