Capítulo 55

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Capítulo 55

Alcide sacó la cabeza levemente desde su escondite tras un edificio cercano a su objetivo: la nave industrial en Nueva Orleans donde estaban reteniendo a los lobos en desacuerdo con los planes de las manadas.

El hombre contempló lo que ya esperaba tras varios días de vigilancia, que al llegar la una de la tarde, 4 licántropos desconocidos se marchaban del lugar, saliendo por la puerta principal tras asegurarse de que todo quedaba bien cerrado.

En cuanto el vehículo de aquella gente partío, alejándose de la zona, Alcide salió de su escondite y se acercó con cautela hacia la nave industrial, rodeándola hasta dar con las ventanas de uno de los laterales. Aquellas eran lo suficientemente grandes como para que el cupiera.

Tras cerciorarse una vez más de que nadie merodeaba alrededor, el moreno trepó por uno de los canalones, quedando lo suficientemente cerca de la ventana como para romperla lanzando una pequeña roca.

Alcide alcanzó el alfeizar y agrandó el boquete en el cristal con un golpe de codo, entrando con cuidado de espaldas, descolgándose después hasta el suelo.

Justo había entrado por lo que parecía ser un despacho del negocio que debía llevarse a cabo allí en algún momento, pero nada indicaba el resto de acciones que se perpetraban. El moreno decidió salir del cuarto al cerciorarse de que allí no había nada de interés.

Tras varias patadas a la puerta, el licántropo consiguió abrirla con un fuerte golpe, avanzando por el pasillo que lo condujo hasta la zona central de la nave, un enorme espacio donde había varios vehículos a medio reparar. Avanzando entre partes de coches y herramientas, Herveaux se dirigió hacia otra puerta en el lado contrario de donde venía.

Intentó abrir por la fuerza, pero fue incapaz, con lo que rebuscó entre las herramientas de la zona algo que el ayudara con la cerradura, consiguiendo abrir varios minutos después. La sorpresa fue enorme al contemplar el interior de aquella espaciosa habitación.

Varias personas, hombres y mujeres lobos, se hallaban esposados por las muñecas con fuertes grilletes anclados a la pared, permitiendo sólo que pudieran moverse unos centímetros. Alcide enseguida distinguió a su amigo entre la veintena de personas secuestradas, corriendo hacia él.

-¡Roger! ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado? -Preguntó velozmente mientras lo sujetaba de los hombros. El hombre, visiblemente demacrado, posó sus ojos oscuros en los de él.

-Una noche después de una reunión un tío que no conocía me inyectó algo y desperté aquí. Son de otra manada, y van metiendo en este sitio a los que no estamos de acuerdo con toda esa mierda del hada. Los alfas dan las ordenes, aunque sea ese tipo el que los convence. A veces se llevan a gente de aquí y no se vuelve a saber nada de ellos, otros esperamos que nos llegue la hora.

-Tranquilo ¿vale? Ahora se sabrá lo que está pasando y se acabará, te lo prometo. Tengo que pensar cómo sacaros de aquí...

Roger intentó disuadir a Alcide de aquello al ser imposible de momento, pero poco después sus palabras se vieron interrumpidas con la sigilosa llegada de varias personas.

-Sabía que no podía fiarme de ti, Herveaux. Siempre serás una vergüenza para la manada, traidor de mierda. -Habló Jack con falsa indignación, adentrándose en el cuarto con tres de sus hombres detrás. Alcide se puso en pie, encarándolo.

-¿Traidor yo? ¡Eres tú el que está haciendo esto a su propia gente, cabrón!

-Es sólo una medida disuasoria, hasta que podamos conseguir nuestro objetico y controlar a Earl; no hay que ser dramático. Pero lo tuyo es distinto, Alcide. Te dije que si me la jugabas otra vez no habría más oportunidades, así que vas a quedarte por aquí mucho tiempo.

Contigo, sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora