—Y es así como conocí a Sky —termina de narrar Dalí.
Queda sin habla, pensando en cada palabra que ha salido de la boca de Dalí, que con cada una de ellas, se ha quedado enganchado, como cuando era niño y escuchaba las historias de su madre antes de dormir, cuando leían libros en la escuela, o cuando él mismo leía un libro infantil. La diferencia era que esta historia es real, y de una u otra forma, él está vinculado.
—No sabía que Sky había hecho todo eso por ti —mira a su gata, con ojos nostálgicos, pero en el fondo, alegres.
—Al principio pensé que sólo era un animal más, luego entendí que no. Sky ha cambiado mi forma de ver a los animales. Sky ha sido mi pilar este último mes, si te soy sincero.
—Sí. Ya creo que sé porque Sky ha estado insistente en salir de casa, a pesar de que sabía que me molestaba.
—¿Por qué?
Creía que Dalí ya lo sabía, y quizá, en el fondo sí lo hacía, pero necesitaba escucharlo en voz alta para darse cuenta de ello, para que fuera real; aún más real.
—Los animales, créelo o no, son capaces de ver a través de nosotros. Ellos pueden saber cómo nos sentimos. Si estamos felices, tristes o enojados; simplemente lo saben. Creo que Sky sintió como te sentías cuando te vio, y sintió la necesidad de ayudarte. A su manera, claro.
—¿En serio hiciste eso por mí, Sky? —Dalí extiende su mano hacia la gata, y ella recibe sus caricias— Realmente hiciste eso por mí.
Todo se queda en silencio.
Observa con una leve sonrisa que no se percata que tiene a Dalí y a Sky. Los observa con mucho cuidado, y para su sorpresa, se ven bien juntos, como si fueran el dúo perfecto entre dueño y mascota. Quizá Dalí sea muy compatible con los animales. De pronto, aquel silencio llena sus oídos, y poco a poco avanza hasta sus hombros, apretándolos. Su sonrisa se desvanece al ver el rostro de Dalí. Con Sky se ve tan feliz, pero entonces recuerda cuando hablaba sobre el problema con sus padres, y le preocupa. Le preocupa mucho para ser apenas desconocidos.
—Lamento mucho que tus padres no acepten que quieras ser músico.
Dalí abre los ojos, asustado, y lo voltea a ver rápido.
—Yo no quiero ser músico.
—¿Qué?
—No. Yo... yo no quiero ser músico.
Dalí, quien miraba cuando le hablaba, ahora se queda mirando la mesa que tiene debajo, perdido, inmerso en ella, pero al mismo tiempo tan fuera de lugar.
—Pensé que sí. Con todo eso que dijiste.
—Oh, sí. No te confundas, amo mucho la música. Creo que es todo lo que más me importa en este mundo, pero no por eso quiere decir que quiera ser músico, ¿verdad? —Dalí sonríe, como si fuera de lo más normal.
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Sentirse azul
Teen FictionLa vida suele ser complicada para todos, y Aciano y Dalí de 20 años no son la excepción. Aciano no puede estudiar la carrera de sus sueños porque trabaja sin descanso alguno para pagar la enorme deuda de su casa, y así proteger lo único que le da s...