44. La decisión de un chico enamorado

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El silencio que hay dentro de la camioneta le incómoda

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El silencio que hay dentro de la camioneta le incómoda. Su padre va en el volante y su madre, que no se muestra para nada contenta, va de copiloto. Él va en los puestos de atrás, como siempre ha sido, sólo que aquella vez se siente tan diferente. Es diferente.

Mira a todos los lados para tratar de mantener la calma. Revisa la hora cada cinco minutos y cada que lo hace cree que ya no tendrá tiempo, pero le sorprende lo lento que se pasan los minutos. La camioneta se detiene.

—Llegamos —avisa su padre.

—Fue más rápido de lo que pensaba —abre la puerta a su derecha.

—¿No vas a decir nada? —pregunta su madre antes de que logre bajarse.

—¿Decir qué?

—No sé. Una disculpas no estarían mal.

—¿Aún crees que debo disculparme?

—¿Acaso tú no?

—No, mamá. No me voy a disculpar por decidir ser feliz. ¿Y sabes qué? Realmente es una lástima que no te sientas feliz porque tu hijo logre alcanzar sus metas. Espero que puedas sentirte mejor con mis abuelos —cierra la puerta y corta la conversación.

No hay nada de que más hablar. Si lo hacen caerían en un bucle sin fin, y no tiene el tiempo ni las ganas suficiente para eso. Toca la ventana del asiento de su padre para que la baje.

—Muchas gracias por traerme y por decirme.

—No. Es lo mínimo que podía hacer después de todo.

—¿Te puedo preguntar una vez más por qué lo haces?

—Porque aunque no lo creas, te amo. Y aunque quizá esta no sea la vida que haya querido para ti ni la que mejor entiendo, veo que es la que te hace feliz —él mira de reojo a su esposa—, y cómo padre, tu felicidad es lo que más me importa.

—Gracias. Y me alegra que no le haya pasado nada a tu pie.

Ríen bajo.

—Ve. Te están esperando. Infórmame cualquier cosa.

—Lo haré.

La camioneta arranca y la pierde de vista.

Si sus padres van a iniciar una nueva vida desde cero, ¿por qué él no puede hacerlo también? Quizá hacerlo de esta forma sea lo mejor, aunque...

No pierde más tiempo y entra a la cafetería de colores pasteles. Los maullidos están por todos lados cuando suena la campana y no puede evitar sonreír. Son tan tiernos. Le recuerdan a Sky.

—¿En qué puedo ayudarle? —una chica se acerca con un menú en las manos.

—Vengo a una cita con un hombre. Saúl, se llama.

—¿Saúl?

—¡Dalí! ¡Por aquí!

Alza la mirada y ve al hombre sentando en una de las mesas. Sonríe y se acerca con cautela.

Sentirse azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora