34. En el camino correcto

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Los días parecen mucho más bonitos desde que Dalí y él comenzaron a salir

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Los días parecen mucho más bonitos desde que Dalí y él comenzaron a salir.

Sí, antes de salir, cuando eran solamente amigos que ocultaban sus sentimientos, solían reírse, pasaban tiempo juntos y disfrutar de cada momento, pero el hecho de que ahora hay una conexión amorosa entre ambos, y que además sea correspondida, hace que todo sea el doble, el triple incluso el cuádruple de bueno.

—Tengo que ir a trabajar —le dice a Dalí que está dormido mientras lo abraza.

Dalí se queja.

—Dalí —repite, pero Dalí lo abraza más fuerte y más cercano.

Ríe suave y también lo abraza. Eso es peligroso y él lo sabe, porque se siente tan bien y tan cómodo estar con el que el trabajo puede pasar a segundo plano en sus prioridades. Le besa la frente al chico, y aquel sonríe como un tonto.

—¡Estás despierto!

—¡No vayas a trabajar! —grita Dalí acurrucando su cabeza en su pecho.

—¡No! —trata de alejar a Dalí pero éste le hace cosquillas.

Se retuerce como un gusano mientras batalla por liberarse de las manos de Dalí, pero se retuerce tanto que cae al piso, y como un esfuerzo por mantenerse encima de la cama se sostiene de Dalí; también cae al suelo, justo encima de él.

—¿Estás bien? —pregunta.

—Sí, ¿y tú?

—Bien.

Ambos se miran en silencio. Están muy cerca. Pueden sentir el calor del otro en la piel desnuda de su torso. Es tan intensa aquella atracción que terminan besándose, acercándose, tocándose, deseándose. Definitivamente estar con Dalí era muy peligroso. Sino tiene control de todo puede terminar sumergido en aquel músico que tanto le gusta, y si es sincero consigo mismo, no le molestaría para nada que ese fuera su destino.

Luego de haber escapado de aquella tentación (después de haber mordido un poco) ya está listo para irse al restaurante, pero antes prepara el desayuno mientras Dalí se baña. Toma el plato de Sky y le sirve la comida de ella, que ahora es diferente por la dieta que la veterinaria le ha dado por su embarazo. Cuando coloca el plato en el suelo Sky se acerca y empieza a comer.

—Estás más gordita —sonríe levemente—. Te ves muy linda.

Le acaricia la cabeza levemente para no molestarla.

—Tú no vas a dejarme, ¿verdad?

Sky se aleja del plato y empieza a maullar.

—¿Qué pasa? ¿Aún no te acostumbras a comer esto? Tienes que comer, niña, para que tus hijos salgan fuertes y que todo vaya muy bien —Sky maúlla—. Come.

Sky vuelve a comer, lo que hace que sonría.

Se levanta y marca con un marcador la fecha de aquel día, lo cual lo preocupa. Se había olvidado de que el día estaba que llegaba. No, no lo había olvidado, sólo lo había estado evitando para no enfrentarse al problema. El día de pagar la mensualidad de la deuda está muy cerca, pero él no tenía el dinero completo porque tuvo que agarrar lo que había reunido para pagar el maldito chantaje de Abel. De una u otra forma Abel y su padre habían terminando ganando, o al menos estaban a punto. Aunque le dieran una semana extra (cosa que jamás harían) no sería suficiente para reunir el dinero.

Sentirse azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora