8. Primera no primera vez

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¿Por qué se siente solo? ¿Por qué se siente triste? No puede explicarlo, porque, desde hace días, desde hace semanas, desde hace meses que se siente desanimado

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¿Por qué se siente solo? ¿Por qué se siente triste? No puede explicarlo, porque, desde hace días, desde hace semanas, desde hace meses que se siente desanimado. Sin embargo, desde que el mesero vino ayer, y se llevó en sus brazos a Burbujas... No, a Sky, se siente mucho más hundido.

Se lava los dientes, desayuna junto sus padres, trata de ignorarlos, pero la voz de su madre resuena en cada una de las paredes de su cabeza.

—¡Dalí! —lo llama ella— ¿En qué estás pensando?

—En nada, mamá. En nada —suspira.

—¿Cómo va la solicitud?

—¿La solicitud? —pregunta, como si no supiera de que habla su madre, hasta que ve la ceja torcida de la mujer— Ah, sí, la solicitud. Va bien. Va bien.

—¿Bien? ¿No te han escrito?

—Aún no me ha llegado el correo, pero seguro me lo envían pronto.

—Si has hecho bien todo, seguro que sí. Eres muy inteligente, claro que te van a aceptar.

—Si. ¡Mm! Tengo que hacer unas cosas —se levanta de la mesa, con prisa, sin terminar su desayuno. Rodea la mesa, y está seguro de que se ha librado, pero...

—Dalí —llama su madre.

—¿Qué pasa, mamá?

—¿Tienes cosas que hacer? —pregunta su padre.

—Sí.

—¿En tu cuarto? —su madre está molesta, lo sabe por el tono de su voz, pero no se digna a voltear.

—Sí, en mi cuarto. ¿Qué sucede?

—¿Vas a tocar la guitarra? —pregunta su padre, cortante, directo.

—Voy a practicar un poco. Lo que pasa es que tengo una melodía en la cabeza, pero cuando trato de...

—Si sigues así, no serás aceptado en ninguna universidad.

Se queda mudo ante la respuesta de su madre. Tiene las manos frías, los pies, los dedos, las uñas, las orejas, la sangre. Está frío. Hace mucho frío.

—Sería aceptado en la universidad que yo quiero —susurra.

—¿Qué acabas de decir?

—Que seguro me aceptan, mamá.

Se da vuelta y sube las escaleras.

—Igual puedo estudiar lo que yo quiera —termina de decir, bajo, por supuesto.

Entra a su cuarto y lo ve como siempre. La luz de la mañana entra por la ventana, lo que le da un toque alegre, pero para sus ojos se ve triste, tan solo, tan... tan asfixiante. Si tan sólo esa gata que lo visitaba volviera, todo sería tan diferente. Y es ridículo, porque antes de que ella apareciera en su vida, e incluso cuando ella ya estaba, el cuarto permanecía igual, pero con su presencia todo era tan diferente. Y ella no estaba allí todo el día, pero, el sólo tener la ilusión de que ella volvería a aquel rincón que sólo era suyo, le alegraba el corazón, le llenaba de esperanza. Ahora ella no volverá, y eso hace que la habitación sea solitaria. Está solo.

Sentirse azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora