Al principio cree que puede respirar con calma, pero los pensamientos lo atacan uno detrás de otro: Sólo salió de la operación, eso no quiere decir que esté bien.
—¿Cómo está? ¿Y su embarazo? —pregunta rápido, ansioso.
La enfermera los mira uno por uno. Es cómo si no supiera que decir, pero luego habla con la misma calma que antes.
—La doctora quiere hablar con ustedes y explicarles algunas cosas —ella se da vuelta sin decir nada más.
Mira confundido a Dalí. ¿Por qué no dijo más sobre Sky? ¿Por qué ignoró la conversación?
—¿Por qué la doctora quiere hablar con nosotros? —le pregunta asustado a la enfermera mientras los guía en silencio— ¿Sky está bien?
No hay respuesta. Eso lo desespera mucho y su pecho se contrae amenazando con dejar de respirar. Es la mano de Dalí sobre la suya que lo hace sentirse un poco más seguro. Lo mira y Dalí asiente. Respira con mucho más cuidado y decide dejar de hablar. Llegan hasta el consultorio de la doctora.
—Los está esperando.
—Muchas gracias —antes de entrar se detiene un segundo, recapacita y vuelve a mirar a la enfermera—. También le pido disculpas. Por todo.
—No se preocupe. Es normal colocarse en ese estado. Nosotros también somos humanos.
Le hubiera gustado decirle algo más, pero no encuentra las palabras y sólo le sonríe. Luego entran a la habitación.
La doctora se está secando las manos con una toalla que deja de lado cuando los ve entrar. Les sonríe gentilmente y les ofrece sentarse.
—¿Para qué quería vernos, doctora? —habla bajo. Está en su estado más débil.
—Supongo que la enfermera ya les dijo que Sky ya salió de la operación.
—Sí, nos lo acaba de decir —responde Dalí.
—Bien. Y así fue. Efectivamente ya Sky fue operada.
—¿Y cómo está? ¿Está bien?
La doctora no responde al instante. Toma una ligera respiración cómo si buscara que decir, igual que la enfermera. Algo pasa. Sabe que algo anda mal y se le hace un nudo en la garganta.
—Sky está bien... ¿verdad?
—No. Lamento decirles que Sky no está bien.
—Pero se va a salvar, ¿verdad? —pregunta Dalí.
—No creemos que Sky pase la noche.
La noticia lo termina de destruir.
Tiene tanto que decir pero no lo hace. Pierde el equilibrio a pesar de que está sentando y el cuarto comienzo a dar vueltas, pero nadie lo nota, no da señales de que algo le sucede. Nadie dice nada. La doctora sólo los mira y él no tiene la fuerza para seguir llorando, pero tampoco tiene fuerza para soportar con todo.
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Sentirse azul
Teen FictionLa vida suele ser complicada para todos, y Aciano y Dalí de 20 años no son la excepción. Aciano no puede estudiar la carrera de sus sueños porque trabaja sin descanso alguno para pagar la enorme deuda de su casa, y así proteger lo único que le da s...