Aquella mañana es algo extraña. Es igual que todas las demás, pero esta vez Sky no lo espera en su casa. Él mismo la había dejado en casa de Dalí por la mañana antes de irse al curso. No es algo malo, pero sí extraño, pero nada malo.
Cuando sale de clases y las voces estallan en su espalda, revisa su teléfono al llegarle una notificación. Es un mensaje de Dalí. Al principio le preocupa, porque cree que le ha sucedido algo a Sky, pero cuando abre el chat, una sonrisa leve se dibuja en sus labios y vuelve a respirar. Es una foto de Sky jugando con su cola tirada en la cama de, Dalí. Le da me gusta a la foto y le escribe que ya salió del curso, y que por suerte no le toca trabajar.
—Si quieres puedes venir por Sky —le responde Dalí—. Igual te ha extrañado.
—¿No quieres pasar más tiempo con ella?
—También tengo mis ocupaciones, ¿sabes?
—Claro, claro —sonríe leve—. Pasaré en unos minutos.
Dalí le vuelve a mandar una foto de Sky, quien se está lamiendo una de las patas.
—Se está cansando de esperar.
Ríe y se monta en su bicicleta. Se va de las instalaciones del curso.
(.)
Cuando llega toca el timbre, y piensa lo extraño que es el no toparse con los padres de Dalí. Seguro trabajan, porque después de todo, la casa no se mantendrá sola, ni ella, ni los integrantes de su familia. Él podía entenderlo, y le parecía gracioso, porque hace unos años no era consciente de todo el esfuerzo que los adultos hacen para poder sobrevivir. Todos, niños, adolescentes, jóvenes y adultos, luchan a su manera. Cada quien tiene su propia guerra.
La puerta se abre y encuentra a un Dalí sonriente.
—Bienvenido de vuelta.
—¿No era hace dos días que estabas molesto por tenerme en la puerta de tu casa?
—Estoy seguro que el molesto eras tú. Y que conste que yo no te había invitado —Dalí cierra la puerta mientras ríe—. Vayamos a mi cuarto. Sky te está esperando.
La casa de Dalí en comparación a la suya es mucho más pequeña. Seguro que es mucho más fácil de mantener que una como la suya, y por unos cortos segundos, desea que su casa fuera esa. Así no tendría que preocuparse tanto.
Dalí le abre la puerta, y cuando entra, queda deslumbrado por la decoración. Es muy juvenil, pero al mismo tiempo tiene un toque vintage. Y todo, absolutamente todo se trata de música: hay posters de artistas en las paredes, como también de conciertos, discos de vinilos en repisas que reposan en las paredes, casetes y CD'S, instrumentos acústicos, especialmente guitarras de distintos modelos, y una le llama la atención más que todas: la guitarra eléctrica. Luego de que logra quitar su mirada de ella, da una vuelta por el cuarto. Es extraño, parece desordenado, pero realmente está ordenado, y le genera un poco de conflicto porque no puede creer que ese chico sea más ordenado que él.
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Sentirse azul
Teen FictionLa vida suele ser complicada para todos, y Aciano y Dalí de 20 años no son la excepción. Aciano no puede estudiar la carrera de sus sueños porque trabaja sin descanso alguno para pagar la enorme deuda de su casa, y así proteger lo único que le da s...