42. A donde sea, pero juntos

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Aún después de que haya sucedido es incapaz de creerlo, aún después de ver cómo tapaban el cuerpo de Sky con una sábana blanca, aún después de estar sentado en el consultorio con la doctora explicándole más a fondo la causa de muerte

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Aún después de que haya sucedido es incapaz de creerlo, aún después de ver cómo tapaban el cuerpo de Sky con una sábana blanca, aún después de estar sentado en el consultorio con la doctora explicándole más a fondo la causa de muerte.

—Realmente lamento mucho todo lo que sucedió —finaliza ella.

—No se preocupe, usted no tiene culpa de nada. Más bien hizo mucho por Sky —sonríe sin muchas ganas.

—El cuerpo de Sky estará bajo las instalaciones durante 24 horas. Sé que no tienen el dinero suficiente para pagar una urna, mucho menos un cementerio privado, así que les ofrezco que usen nuestros servicios de funeraria.

—Pero usted lo ha dicho —responde Dalí—, no tenemos el dinero suficiente para pagar nada de eso.

—No les estoy diciendo que tienen que pagar.

—No, Doctora, no podría aceptar algo cómo eso.

—Aciano, lo hago con gusto. Atiendo a Sky desde que era una niña.

—Aún así...

—Es algo que hago por ella.

No dice nada.

Lo piensa.

—Está bien. Muchas gracias —baja la cabeza. A pesar de todo Sky hizo todo bien como para que las personas a su alrededor la amaran tanto. Está feliz por ello—. Por cierto, Doctora... el bebé de Sky...

—Pensé que no me ibas a preguntar. ¿Lo quieren ver?

—Claro —dicen al unísono.

—Vengan.

La Doctora los guía por un pasillo bastante largo y solitario. Hay mucho silencio. Entra en una habitación completamente azul celeste donde hay varias especies de jaulas de plástico transparentes con hoyos; dentro hay varios animales. La Doctora se detiene al final de la habitación.

—Aquí.

Miran la jaula y ven a una gata blanca con manchas amarillas acostada. Está despierta y los mira con los ojos entrecerrados. Busca con la mirada hasta que ve a un diminuto gato que amasa la panza de la gata más grande. Es tan pequeño que cabe que en la palma de su mano.

—¿Es él? —pregunta.

—Sí. Es él.

Lo observa con mucha atención. Se ve tan delicado con aquellos ojos cerrados y los pequeños maullidos que suelta al no encontrar el pezón.

—Tiene el pelaje parecido al de Sky —escucha a Dalí.

—Sí. Es cierto.

—Como si fuera su doble.

Se le queda viendo al pequeño y piensa en lo que acaba de decir Dalí.

Un doble. Se parece a Sky. Claro que tenía que parecerse, era su hijo, al que luchó para dar a luz. Aquel gatito es el retoño de Sky, y es tan tierno. Lo ve y no puede dejar de pensar en Sky cuando era muy pequeña. No tanto como él, pero la hace recordar, y le saca una sonrisa.

Sentirse azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora