Ha pasado como mínimo una hora desde que habían escapado de su casa. Quizá fue por la adrenalina, o por estado de ánimo que sintió que era muy lejos, o tal vez fueron todas esas vueltas que dieron para retardar la llegada. También hay mucho frío, de esos que te hacen abrazarte a ti mismo a pesar de que lleves puesto una chaqueta, y ni él ni Aciano llevan chaqueta.
Observa que Aciano sólo lleva la delgada franela del uniforme de su trabajo. Seguro que tiene mucho frío. Seguro que quiere sentirse caliente, así como lo está él, que siente cierta calidez estando tan cerca de él. Inconsciente aprieta más los hombros de Aciano, que es de donde se agarra para no caerse de la bicicleta, y se acerca a la espalda del chico. Cuando siente el roce de las telas le da miedo el cosquilleo que recorre su cuerpo, así que no se acerca más.
Sin embargo, al no hacerlo, es más consciente de todo lo que lo rodea, incluyendo el cuerpo de Aciano, que está más tenso, y cree ver irregularidad en la respiración del que le da la espalda. ¿Es extraño que quiera abrazarlo? ¿Es raro que quiera buscar calor en él después del momento que ha tenido en su casa? Sea cual sea la respuesta, no la obtiene.
Después de una subida en carretera detiene la bicicleta frente a una casa de madera de dos pisos. Es una casa grande. Una casa muy grande.
—Vaya, cuando dijiste que vivías solo no pensé que tuvieras una casa tan grande.
—Realmente no es mi casa. Se supone que era de mi madre.
—¿De qué murió?
—De cáncer —responde Aciano, subiendo la bicicleta por las escaleras de madera hacia la entrada.
—Lo siento.
—Fue difícil al principio. Y sigue siendo difícil aún.
—Ustedes eran muy cercanos, ¿cierto?
—Ella era mi mejor amiga. Y según ella, que también le creo, yo era su mejor amigo. Después de mudarnos a esta casa ella no tenía muchos amigos. Yo tampoco, así que estábamos juntos casi todo el tiempo.
—Su relación de madre e hijo suena muy linda.
—Lo era. Son de las cosas que aún me mantienen en pie.
No comprende de todo a Aciano. Arruga la frente.
—¿A qué te refieres?
—Ehm... Todos tenemos cosas que nos impulsan a seguir adelante, ¿no? Bueno, el recuerdo de mi mamá una de esas cosas para mí —Aciano habla rápido, incluso un poco nervioso—. Ven, entra.
Entra, y definitivamente, la casa es enorme tanto por dentro como por fuera. De seguro es muy hermosa. Sí, de seguro lo es, sino fuera por el caos que hay dentro de ella. No sabe como reaccionar al estado de aquel lugar. Hay papeles regados por el piso, los sillones están desordenados, incluso hay platos en el mesón que conecta la cocina y la sala. Todo en aquel lugar no está donde debe de estar, y se pregunta si Aciano realmente vive allí.
ESTÁS LEYENDO
Sentirse azul
Teen FictionLa vida suele ser complicada para todos, y Aciano y Dalí de 20 años no son la excepción. Aciano no puede estudiar la carrera de sus sueños porque trabaja sin descanso alguno para pagar la enorme deuda de su casa, y así proteger lo único que le da s...