37. La familia es primero

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La voz desgarrada de su madre le aturde la cabeza

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La voz desgarrada de su madre le aturde la cabeza. No puede sacarla ni por el mínimo segundo. Quizá no quiera hacerlo. Está consciente de que está pasando algo malo, y es a su padre.

Aunque la voz de su madre no salga de su cabeza, también puede recordar el rostro de Aciano. Estaba preocupado, mucho, tanto por la competencia por como su padre. Y Dios, vaya que lamenta tener que dejar la competencia tirada a un lado. Lo lamenta por Aciano, que se ha esforzado tanto como él para que suceda, lo ha apoyado tantas veces y ha estado ahí cuando más lo necesitó. En serio es una lástima tener que abandonar la competencia, pero son sus padres los que están en problemas, y a pesar de todo, a pesar de que no son ni serán los mejores padres del mundo, son sus padres, y los ama, con todo y sus errores.

El llanto de su madre le parece atroz, porque es el llanto que ha dedicado su vida a hacer que aquella casa pueda llamarse hogar; hay, problemas, muchos, porque no lo puede negar, pero sin ella quien sabe dónde estaría su padre y él. Su padre, el hombre que se ha matado toda la vida trabajando para darle de comer, para que él y su madre tengan todo lo necesario. Ambos trabajaron toda su vida para darle una mejor vida. Los ama, y dejar la competencia en segundo plano es lo correcto. No se siente mal por eso.

Su ansiedad crece cuando tiene que cruzar el metro. Va rápido, muy rápido, pero aún así parece que va lento. Quiere gritarle al conductor que se apresure, pero él no tiene la culpa, sólo es producto de su mente ver las cosas de esa manera, así que se calla la boca, pero su cuerpo es el que paga las consecuencias: sudando, temblando, mordiéndose los labios y rascarse los brazos. Ni siquiera se da cuenta cuando baja del metro y se mete por las calles, ignorando los carros que vienen, y muchos estuvieron a punto de atropellarlo.

Llámenlo suerte o adrenalina, pero lo único que le interesa es llegar a su casa, y cuando lo hace tira la bicicleta al suelo y corre hasta la puerta.

—¡Papá! —grita al entrar.

Los encuentra a ambos.

Su padre está tirado en el piso. Al lado está su madre. Sus nervios aumentan al ver este el escenario.

—¡¿Qué le pasó?!

—¡Tuvo un accidente!

—¡¿Pero qué fue lo que le pasó?!

Se mueve para verlo mejor y arruga su rostro cuando ve a su padre despierto. Entonces es cuando puede ver mucho mejor el panorama. No hay sangre por ningún lado, no hay nada comprometedor, y su madre ni siquiera está llorando ni parece que lo estuviera haciendo desde hace rato. No lo comprende.

—¿Qué te pasó? —le pregunta directamente a su padre.

—Se cayó —responde su madre.

—¿Cómo? —le vuelve a preguntar a su padre, y el hombre evita su mirada.

—Iba caminando y se cayó —su madre responde una vez más, pero tiene la voz seca, fría, indiferente.

—¿Papá? —busca respuestas en su padre, pero al ver como el hombre evita sus ojos sabe que algo no está bien, y no precisamente por el accidente— ¿No qué habías tenido un accidente grave, papá?

Sentirse azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora