El ruido de los cubiertos chocar con los platos de cerámica le chillan en los oídos mientras los tres almuerzan juntos, como una familia unida. Aquel ruido le permite concentrarse en su hijo, en Dalí. Come sin ningún tipo de remordimientos, como si no tuviera nada que lo molestara o nada que ocultar. Se ve como su inocente y perfecto hijo. Pero es sólo el disfraz que lleva puesto para presentarse ante ella y a su padre, que come de la misma forma que él, fingiendo que nada sucede. Todos en esa mesa son unos mentirosos. Pero al final del juego los ganadores son los que tienen la razón, y Dalí está muy errado.
—¿Cómo te va en la universidad? —pregunta sin tocar su comida.
—Me va muy bien —Dalí sonríe mientras traga—. De maravilla. Pasé la primera prueba de aptitud.
—¿En serio? —ella no está muy feliz por eso.
—¡Sí! En unos días será la segunda y última prueba.
—De seguro que son muy difíciles.
—Sí, pero el esfuerzo lo hace todo.
Se le queda viendo.
Tan tranquilo. Ese de ahí no puede ser el Dalí que conoce, su hijo, al que dio a luz hace 20 años, al que ha criado con los mejores valores y enseñanzas. El Dalí que tiene al frente es un hombre que desconoce, uno corrompido.
Raimundo se le queda viendo por unos segundos, pero ella lo ignora. Si él no hace algo, ella lo hará.
—¿Y dónde te has estado quedando estos días? —pregunta una vez más, esta vez probando su comida.
—En la casa de un amigo —responde él con tanta naturalidad.
—¿Es compañero tuyo?
Dalí duda por unos segundos.
—Se podría decir, pero no estudia la misma carrera que yo —sonríe nervioso, luego ese nerviosismo desaparece y es sustituido por una sonrisa genuina, y la detesta—. Es muy buena persona. Nos hemos hecho muy cercanos y me ayuda con todo. Me presta su casa para estudiar y nos ayudamos mutuamente. Un día de estos se los voy a presentar.
Le da mucha curiosidad conocer a ese amigo suyo, aunque ya siente que lo conoce toda la vida. Un chico que tiene el rumbo perdido, sin futuro, sin ganas de prosperar, y como no es feliz, quiere que los demás sean tan infeliz como él. Conoce muy bien a ese tipo de personas, pero había pensado que había criado muy bien a Dalí como para que fuera lo suficiente inteligente para reconocer a ese tipo de gente. Esto sólo demuestra lo débil que es, y que aún necesita de ella para que su vida sea mejor y perfecta.
—¿Son muy cercanos?
—Sí —deja de hablar por unos segundos, como si buscara las palabras adecuadas—. Es como la persona más cercana que tengo.
Esos ojos suyos, se ven tan brillantes, y aún así no puede ver más allá de ellos. No puede ver la verdad que esconde, y si no fuera por Michael, el hombre que la visitó hace unos días, estaría allí creyéndose todas las mentiras de Dalí. Eso la enfurece. ¿Y cómo que es la persona más cercana que tiene? ¿Por encima de ella? ¿De su madre? ¿Qué tan cercanos son? No quiere ni imaginarse las cosas que han podido hacer juntos en esa casa.
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Sentirse azul
Fiksi RemajaLa vida suele ser complicada para todos, y Aciano y Dalí de 20 años no son la excepción. Aciano no puede estudiar la carrera de sus sueños porque trabaja sin descanso alguno para pagar la enorme deuda de su casa, y así proteger lo único que le da s...