Pensando en ella

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—Disculpen las molestias... ja, ja... —dije con una sonrisa nerviosa.

Maldita Diana, me dejó solo. Ya me empezaba a caer bien, pero veo que sigue siendo una perra.

Estaba de vuelta en el gran salón donde se encontraban los invitados de la fiesta, todos viéndome fijamente después del espectáculo que hice.

Yo me la pasé corriendo por todo el salón, intentando atrapar a la abeja, la cual finalmente tenía entre mis manos.

Diana se encargó de realizar el hechizo que, por suerte, funcionó y el efecto de la abeja se revirtió. Dudé que tuviese la habilidad para lanzar un hechizo así y que el resto de personas en la fiesta no se percataran del uso de la magia, sin embargo ella superó mis expectativas. Pero apenas tuvo la oportunidad, se marchó.

Me dejó, solo como un grandísimo idiota, frente a todos estos burócratas ricachones que ahora me ven con ojos de desprecio.

—¿Qué me ven tanto, les debo algo o qué?

Quizá no haya sido lo más inteligente que pude haber dicho, pero es que a veces la estupidez me gana.

—¡Suficiente, bruja de Luna Nova! —me gritó el Conde Hanbridge, que caminaba entre la multitud en dirección a mí.

Brujo —lo corregí— ¿Acaso le parezco una chica?

—¡Quiero que se vaya de mi casa ahora mismo! —volvió a gritar, ignorando lo que dije.

En ese momento, entró Andrew en escena. Se acercó a su padre, puso una mano en su hombro y le dijo algo en voz baja que no alcancé a escuchar.

El Conde Hanbridge pareció que iba a replicar ante lo que sea que hubiera dicho Andrew, pero este empezó a caminar hacia el frente, alejándose de él antes de que pudiera hablar.

—Damas y caballeros, disculpen los percances provocados —dijo Andrew, pasando él a ser el centro de atención— tuvimos un accidente. Al parecer, el señor Ambrosius intentaba capturar a una peligrosa abeja que se había infiltrado en la mansión. —Él se acercó a mí y me hizo levantar mi mano en alto para que todos vieran la abeja que sostenía— vuelvo a pedir que nos den una disculpa.

Le sonreí, agradecido. Andrew me devolvió la sonrisa. Me entregó un pequeño frasco de vidrio donde metí a la abeja y me

¿Cómo se habrá enterado sobre lo de la abeja? No lo sé, pero en definitiva estoy muy agradecido con él.

—Y para compensar este altercado... —Caminó hacia un piano color blanco que estaba al lado de una mesa, puesto ahí como mera decoración— me gustaría interpretar una canción para ustedes.

A un lado del piano, colgado en la pared, había un violín junto con su arco. Sonreí.

—¿Te sabes La Rosa de los Vientos? —le pregunté a Andrew mientras me acercaba para agarrar el violín.

—Claro —me contestó— ¿Sabes tocarlo?

—Algo sé —le dije mientras me colocaba el violín.

Dimos una muy buena interpretación a mí parecer. Entre el público, logré ver a mis amigas, en especial a Akko aplaudiendo con mucho entusiasmo cuando terminamos de tocar.

Dejé el violín en el lugar en el que estaba colgado una vez que terminé, para luego ir rápidamente hacia mis amigas.

—Toma tu maldita abeja —le dije a Sucy, entregándole el frasco en donde metí a la abeja— espero la guardes en un lugar donde no vuelva a ver la luz del sol.

Sucy guardó el frasco y asintió.

—Ahora vámonos de aquí, antes de que nos echen a patadas —dijo ella.

—Sí. Volvamos a la academia —concordó Akko.

Me di cuenta que Lotte no estaba con nosotros. Empecé a buscarla con la mirada.

—¿Dónde está Lotte?

—Allí —me respondió Sucy, señalando.

Lotte estaba al otro lado del salón, hablando con Frank. Por suerte, estaba cerca de la puerta de salida.

Akko, Sucy y yo nos dirigimos hacia la salida, intentando no llamar mucho la atención.

—Ustedes salgan. Yo iré por Lotte —les dije— espérennos afuera.

Ambas asintieron y salieron por la puerta principal.

Fui hacia donde estaban Lotte y Frank. No escuché mucho de lo que hablaban, pero era claro que Frank estaba intentando ligarse a Lotte.

Suspiré para mí mismo por lo que estaba a punto de hacer, pero no se me ocurrió una opción mejor.

Me acerqué a Lotte por detrás y la agarré de la cintura, acercándola hacia mí. Vi la expresión de suma sorpresa que puso, pero cuando volvió a verme a la cara, noté como se calmaba un poco.

—Hola, Frank —le sonreí— lo siento, pero ya tenemos que irnos ¿Verdad, cariño? —Volví a ver a Lotte con una mirada de súplica, esperando que ella entendiera la situación.

—... Sí... —contestó en voz baja.

Vi la mirada de decepción de Frank. Pobrecito.

—Oh... bueno. Adiós —se despidió.

Me despedí de él igualmente, dándole mi mejor sonrisa.

Cuando nos alejamos lo suficiente como para que Frank ya no pudiera vernos, solté a Lotte.

—Perdón —me disculpé. Probablemente tenía la cara roja de la vergüenza en ese momento— de verdad, lo siento.

—Tranquilo... No pasa nada —me dijo Lotte.

Ella adelantó el pasó hacia la puerta y salió primero. Me quedé un momento frente a la puerta antes de salir, un poco arrepentido.

¿Se habrá enojado conmigo, la habré incomodado...? Soy un completo imbécil.

Justo después de salir de la mansión del Conde Hanbridge, los vestidos de mis amigas se desvanecieron, pasando de nuevo a tener el uniforme de Luna Nova puesto.

Con razón dejó de estar de moda hace cien años ¿Quién compraría ropa que se desvanece después de un tiempo?

Volvimos a la academia en silencio, excepto Akko. Ella no puede callarse la puta boca nunca.

Lotte ni siquiera me volvió a ver después de lo que pasó. Sí, es obvio que se enfadó conmigo. Eso me pasa por no pensar.

Esta noche fue una locura. Muchas cosas pasaron, casi todas fueron negativas, excepto cuando toqué junto a Andrew. Hace mucho no tocaba para un público. Eso se sintió bien, pero el resto sí que no fue nada bueno.

De repente, mi mente evocó aquel momento que compartí con Diana...

Un momento... ¿Por qué estoy pensando en ella?

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¿Alguien aquí tiene la respuesta a la pregunta de Mikey? Porque yo no.

Yo fui F Green, su escritor anónimo de confianza. Me lees en el próximo capitulo.

El Primer, Único e Inigualable Brujo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora