El Primer, Único e Inigualable Brujo

Interludio: adolescentes confundidos

Fue una chispa casi imperceptible, que se desvaneció casi al instante. Pero donde puede haber una chispa, puede haber un fuego.

Ninguno de los dos lo admitiría, pero en ese momento sintieron algo más que el constante desagrado que siempre se tenían el uno por el otro.

Ambos se quedaron viendo, embobados. He de admitir que Mikey no fue el mejor disimulando, Diana tampoco, pero lo hizo un poco mejor.

Ella estuvo consciente de que Mikey le estaba mirando los pechos, pero, ¿con que derecho le podía reprochar algo cuando ella estaba viéndolo de la misma manera y sin ningún pudor?

Si ella disfrutaba de la vista, era justo que él también, ¿no?

Tampoco los juzguen muy duro, son solo adolescentes de 16 años. Todos fuimos jóvenes alguna vez, y los que aún lo sean, sé que entenderán a estos dos.

Mikey no sabía porqué, pero empapada se veía aún más atractiva, hasta el punto en el que ya no podía negarlo más, pero sí podía fingir que nunca le pasó por la mente ese pensamiento.

Y Diana... bueno, ella definitivamente estaría muy molesta consigo misma por haber pensado en Mikey de esa manera.

En realidad, quizá siempre hubo esa pequeña atracción y ellos se trataban de convencer de que no, ya que cada uno se empeñaba en hacer que el otro lo odiase, y al parecer, para ambos, era inconcebible siquiera admitir que una persona que te desagrada es atractiva.

Quizá solo haya sido una atracción física lo que sintieron en ese momento, pero supongo que están conscientes de que todo siempre inicia así, con una atracción física. O por lo menos, es así la mayoría de las veces.

Aunque, tampoco quiero insinuar nada que es posible que no se llegue a dar. Aún es muy temprano para saberlo.

Después de que ambos casi se comen con la mirada, los dos levantaron sus miradas y se vieron a los ojos, pero estaban muy avergonzados como para confrontarse de esa manera. Sus corazones iban latiendo con rapidez.

Diana dirigió su vista hacia los labios de Mikey. Su corazón empezó a latir aún más fuerte y rápido.

Cerró sus ojos con fuerza e intentó apartar todo pensamiento intrusivo de su mente.

Sacó su varita y la apuntó hacia Mikey, recitó un hechizo y lo lanzó. Ese hechizo hizo que la ropa de él se secara al instante, ya que evaporó el agua, y a su vez dejó una leve calidez en la tela de la ropa.

-Vístete -le dijo- ahora mismo.

Mikey hizo caso sin decir nada, solo procedió a ponerse su sudadera ahora seca.

Diana se lanzó el mismo hechizo a ella misma, quedando seca de nuevo.

-Vámonos. Tenemos que ir a buscar a la abeja -dijo y, sin asegurarse si Mikey la seguía o no, empezó a caminar.

Él no la siguió al instante, tardó un momento en reaccionar. En parte, porque aún estaba un poco en shock por lo sucedido, aunque también fue porque se quedó unos segundos viéndole la retaguardia a Diana. Vuelvo a pedir que no lo juzguen con dureza. A esa edad son tremendos, y Mikey no era el tipo de chico que hubiese tenido mucho tiempo para admirar la belleza femenina en su vida. Estaba muy ocupado intentando sobrevivir en las calles hace menos de un año.

Al final, Mikey la siguió, en silencio.

Ninguno de los dos dijo nada, pero mentalmente se empezaron a reprender a sí mismos. Se sintieron idiotas, aunque en realidad, no lo eran. Solo eran adolescentes confundidos.

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Sin comentarios.

Yo fui F Green, su escritor anónimo de confianza. Me lees en el próximo capitulo.