Capítulo 54

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Athena.
El sonido del teléfono de Dorian interrumpió el aire cargado de tensión en la mansión, cuando vio la pantalla, sus ojos se oscurecieron con una furia que sabía que no era solo por lo que estaba en el mensaje. Era más profundo que eso, una furia que venía del alma misma.

—Athena, vete al despacho, ahora. —Su voz era grave, firme.

Yo no iba a dejar que peleara solo, con la carga de todo el imperio en sus hombros. No cuando sabía que Gabriel Smith, ex aliado y asesino de su padre, estaba a punto de pagar por todo lo que había hecho.

No me moví.

—Dorian, déjame ayudarte —mi voz salió más firme de lo que esperaba. Miré a los hombres que se habían reunido en la sala, observando en silencio, esperando órdenes. Algunos de ellos me miraban de reojo.

Él me miró, sus ojos helados como el hielo.

—Esta es mi guerra, Athena. Tienes que quedarte fuera. —Su tono no dejaba lugar a dudas, pero pude ver la chispa de preocupación en sus ojos. No quería que me involucrara.

Mi corazón latió con furia.

—No es tu guerra solo, Dorian —respondí, acercándome a él, mis palabras llenas de la rabia que no podía controlar. Sabía que no iba a ser fácil, pero no iba a quedarme de brazos cruzados, observando mientras él se enfrentaba solo a esto. — Gabriel ha jugado con nosotros, nos ha traicionado y amenazado de la peor forma posible. Déjame luchar también, puedo defenderme sola, no soy una niña. ¡Puedo pelear, como lo hice contra Giovanni Rossi y su organización!

Dorian dio un paso hacia mí, sus ojos fríos. Era como si me estuviera evaluando, como si pensara que podía intentar convencerme de quedarme atrás.

—No, Athena —dijo suavemente, pero con una dureza que no me permitió replicar—. No te quiero en esto. Es demasiado peligroso. Lo último que quiero es que te lastimen otra vez. Lo que suceda aquí…no quiero que lo vivas.

Mi pecho se aprieta al escuchar esas palabras. ¿Cómo podía decirme eso cuando todo lo que había vivido hasta ese momento era más peligroso que cualquier cosa que Gabriel pudiera hacer? Lo miré con firmeza.

—No puedes protegerme de todo, Dorian. —Mi voz tembló ligeramente, pero no de miedo. Era furia. Dolor. Determinación.

Hubo un momento de silencio, lo vi contemplar mi rostro. El eco de su respiración era el único sonido en la habitación, pesado, tenso.

Finalmente, después de lo que me pareció una eternidad, su rostro se suavizó un poco, aunque sus ojos seguían llenos de un peligro mortal.

—Está bien. Pero no te olvides de lo que esto significa. —Me dio una mirada de advertencia.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo, pero estaba decidida. No iba a quedarme atrás.

Cuando nos dirigimos al lugar del ataque, el aire estaba cargado. Cada paso que daba me acercaba más al peligro, a la realidad de lo que estaba por suceder. Sabía que Gabriel Smith estaba rodeado de su ejército, de sus leales. Pero también sabía que no iba a poder escapar de lo que se le venía encima.

A medida que nos acercábamos a la guarida, el sonido de los pasos de nuestros hombres retumbaba en la distancia. Mi respiración se aceleró, no por miedo, sino por la anticipación. Gabriel no iba a escapar. No por esta vez.

—¡Ahora!

La orden de Dorian se escuchó como un trueno en la quietud de la noche. Los hombres comenzaron a moverse como sombras, infiltrándose en la base con la precisión de una máquina bien aceitada. Yo me adelanté junto a él, mis nervios agudizados, mis sentidos al máximo.

El rubí del Emperador [+18] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora