Capítulo 31 - Cariño

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Los invito a seguir votando por la historia, solo es cuestión de apretarle a la estrellita y listo, con eso me ayudan un montón y agradeciéndoles con mi alma ¡Muy feliz estoy! Pues cada día la historia tiene más lecturas, y todo esto también es gracias a ustedes. 

Por cierto, agregue un nuevo prólogo, por si gustan ir a echarle un vistazo y dejarme su punto de vista, aun, día con día intento seguir mejorando esta historia.

~♰~

Laura fue sola esta vez, terminando de cocinar mientras colocaba los refractarios debajo de la alacena. Esperaba a que la comida se enfriara antes de subirla al refrigerador y marcharse. Tenía que recoger a Citlali en la prepa. A pesar de mantener su mente ocupada, no podía dejar de pensar en lo que había escuchado horas atrás. La pelea había sido demasiado intensa. ¿Así se comportaba Azrael cuando entraba en crisis? Esperaba que eso fuera lo máximo porque no quería imaginar lo que Ketzaly debía soportar para mantenerse día a día junto a él.

—Disculpe —dijo Mary, sacándola de sus pensamientos—. Si gusta, yo podría hacerles de comer para que usted no tenga que venir hasta acá.

—Le agradezco mucho, Mary, pero no tengo problema en venir a cocinarles. Sirve que los visito y veo si necesitan algo —respondió Laura, sonriendo.

—Está bien —contestó Mary, devolviendo la sonrisa—. Ah, por cierto, los señores siguen dormidos. Solo me falta esa habitación por limpiar.

—Claro, voy a despertarlos. Así desayunan y usted puede terminar sin contratiempos. ¿Podría ayudarme a subir los platos al comedor de arriba? —pidió Laura, mientras se limpiaba las manos con el delantal.

—Enseguida, señora.

Laura camino directo a las escaleras, debía reconocer que sentía un ligero grado de emoción que alguien le hiciera caso y le hablara hasta con respeto, con razón Azrael había cambiado mucho de ánimo, no tenía ninguna preocupación en la vida. Tocó la puerta antes de entrar, pero al verlos dormir, se quedó un instante observándolos. Ambos parecían tan tranquilos, sus respiraciones acompasadas. Suspiró, no quería despertarlos, pero debía hacerlo. Cambió de idea y decidió llamarle a Azrael a su celular. Si algo necesitaban hablar o resolver, mejor que lo hicieran en privado.

El celular de Azrael sonó fuerte en la habitación. Apenas pasaron cinco segundos antes de que contestara con voz ronca:

—¿Qué pasa?

—Levántense ya. Mary necesita recoger la habitación y terminar. El desayuno está listo. Avísame si necesitas ayuda —le dijo Laura, antes de colgar.

Azrael dejó el móvil en la mesita y resopló. Giró la cabeza hacia Ketzaly, quien seguía durmiendo. Se quedó observándola por unos segundos más. Su cabello caía en suaves ondas sobre la almohada, su pecho subía y bajaba con suavidad. Era tan hermosa. Claro que Alexander no la dejaría ir tan fácilmente. Pero ahora... ahora era su esposa. Suya.

Tenía que soltar ya esa maldita palabra, esas ideas tan estúpidas.

Vio que tenía los labios levemente abiertos, pensar que aquel imbécil los había besado, le hacía enojar de manera absurda, que no se le atravesara, porque sería capaz de matarlo a golpes. Paso su dedo pulgar sobre esos suaves labios, casi resecos, siempre se aseguraba de cumplir su palabra, pero esta vez simplemente no pudo.

Se inclinó lentamente y la besó mientras dormía. Así no habría resistencia. Comenzó con suavidad, apenas rozándola, lamiendo los contornos de su boca como si pudiera limpiarla de algo que le pertenecía solo a él. Cada movimiento tenía una intención desesperada: marcarla. Alexander no tendría ni el más mínimo rastro de ella. No lo permitiría. Era su Ketzaly.

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