Ricardo llegó con una copa en cada mano hasta el lugar donde se encontraban Laura y Nicolás. Les sonrió mientras les ofrecía las copas, las cuales ambos tomaron para no parecer groseros. Laura simplemente la dejó en su mano, mientras Nicolás hacía movimientos circulares con la suya.
—Creí que las indicaciones que había dado eran claras. No quiero ser grosero, señor Alvarado, pero no me gusta que desobedezcan mis órdenes —dijo Ricardo con tono firme.
—Intenté hablar con usted, pero prefirió irse. Si tan solo me hubiera dejado explicarle, sabría que ese anillo... los Alvarado lo pasamos de generación en generación —respondió Nicolás, levantando una ceja—. Ese anillo tiene años en nuestra familia. Mi padre fue el primer hijo de su generación, y fue él quien entregó ese anillo en compromiso a mi madre. Yo soy el primer hijo y se lo entregué a Laura. Ahora, Azrael es nuestro primer hijo. Ayer lo estuvimos pensando mucho y, bueno, ya que esto es real, la tradición con su hija debe continuar... aunque después se divorcien.
—¿Divorcio? —lo interrumpió Ricardo, con severidad en su voz—. En nuestra religión no está permitido el divorcio. El matrimonio en la iglesia es hasta que la muerte los separe.
—Pero, señor Rubalcaba, entienda, no tenemos ninguna garantía de que ellos siquiera se acepten.
—Lo tendrán que hacer. Todo pasa por algo, señor Alvarado, y esto no es la excepción.
-
Ketzaly miraba su mano izquierda. Aunque la tristeza la consumía en ese momento, no podía dejar de observar esa hermosa argolla. Su belleza era inigualable. Siempre había estado rodeada de todo tipo de joyas, pero ninguna como esa. Jeaqueline y Alma también la miraban con asombro.
—¿De dónde la habrá sacado tu papá? —preguntó Alma.
—No sé... tampoco entiendo por qué gastó tanto en un anillo así. Se suponía que compraría uno modesto para que pareciera que ese tipo realmente me lo había dado.
—Shh... —las calló Jeaqueline, señalando discretamente con la cabeza hacia un lado—. Miren.
Ketzaly y Alma voltearon hacia donde indicaba. Una cámara grababa al señor Alvarado mientras este contaba la historia detrás del anillo. Aunque sonreía a la cámara, si le tapabas la boca, sus ojos delataban una enorme tristeza.
Pusieron atención, escuchando cómo el anillo era una herencia familiar. Al terminar la historia, hubo pequeñas expresiones de ternura entre los presentes. Le agradecieron y apagaron las cámaras. Ketzaly no perdió ni un segundo en analizar la situación. Sabía que esa entrevista también había sido ordenada por su padre. Entonces, ¿todo eso era cierto o no?
—¿Ketzaly? —una voz femenina la hizo salir de sus pensamientos. Volteó rápidamente hacia quien la llamaba. —¿Podemos hablar?
Ketzaly empezó a temblar. Alma, aunque intentaba no juzgarla sabiendo que no tenía la culpa de nada, no lograba simpatizar del todo con ella. Jeaqueline solo carraspeó.
—Nosotras nos retiramos, las dejamos platicar —dijo Jeaqueline.
—No, no se preocupen. Si gustan, pueden quedarse —Laura tomó asiento en una de las sillas vacías, formando un círculo. Se sentó de manera decente, con una sonrisa tenue—. Te juro que no tengo cara para venir a sentarme frente a ti.
Ketzaly intentó suavizar su mirada, pero simplemente no pudo. Tampoco podía dejar de temblar. No sabía con exactitud qué era lo que Laura quería, así que no bajó la guardia.
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Penitencia
RomanceLa vida de Ketzaly da un giro aterrador cuando es obligada a casarse con Azrael, su agresor, para evitar la deshonra de su familia católica. La imposición de sus padres marca el inicio de una relación turbulenta, donde el odio inicial lentamente se...