Capítulo 22

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Antes de que te sumerjas en esta historia, quiero agradecerte por dedicar tu tiempo a leer mi novela. Cada uno de ustedes significa mucho para mí, y saber que mi historia llega a tantas personas me llena de alegría. 

Sin embargo, me encantaría pedirte un pequeño favor que puede hacer una gran diferencia: si disfrutas la lectura, por favor déjame un voto. ¡No te imaginas lo mucho que ayuda a que la historia llegue a más personas! 📈

Además, tus comentarios son muy importantes para mí. Ya sea una simple palabra o una reflexión más extensa, me motivan a seguir escribiendo y mejorando. Así que, si tienes algo que decir, no dudes en dejar tu opinión. ¡Me encantaría leerte! 

Un voto y un comentario pueden parecer pequeños gestos, pero tienen un impacto enorme en el crecimiento de la historia y en mi motivación como escritora. 

¡Gracias por tu apoyo y por acompañarme en este viaje literario! 

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Azrael se miraba en el espejo de la cafetería, observándose fijamente. Pensó que se vería ridículo con el uniforme de la empresa, pero la verdad es que le sentaba demasiado bien. La camisa negra de vestir contrastaba con el delantal blanco que aún no se había puesto; lo usaría solo cuando fuera estrictamente necesario. También pensó en pedir que encendieran la calefacción, porque, ¿qué demonios con el frío que hacía ahí adentro? Se quitó la camisa de un tirón, sintiéndose denigrado por tener que usar ese uniforme. Después de todo, ¿no era él el esposo de la futura dueña? ¿Qué más daba?

Con la ropa en el antebrazo, salió hacia la cocina, donde Ketzaly ya estaba concentrada en la computadora principal. Su padre le explicaba cómo había ido el control de entrada de dinero ese mes, mientras ella se abrigaba con su chaqueta.

—¿Te quedó bien, Azrael? —Elena se acercó a él con una sonrisa.

—Sí, me quedó a la medida.

—¡Qué bueno! —dijo ella, satisfecha—. Ketzaly te explicará en qué puedes ayudar. Fernanda también estará unas semanas más; está en la barra, ya la conocerás en un rato. ¿Qué más...? —Elena miraba a su alrededor, tratando de recordar algo—. Y ya sería todo, ¿ok? Así lo haremos, Ketzaly, Azrael.

Ricardo volteó hacia atrás para mirar a su yerno.

—Ustedes entran y nosotros salimos. Tendremos esta misma dinámica hasta que Azrael se gradúe de la universidad, que será en unos cuatro meses.

—Y tendré tres meses más de diplomado —añadió Azrael—. Después de eso, estaré libre. Quizás después podría pensar en hacer una maestría.

—No creo que sea necesario que la curses —dijo Ricardo, con firmeza—. Aquí empezarás a tomarle práctica a todo. Tu obligación será hacer prosperar este café, que será su patrimonio y el de mis nietos. —Ricardo acarició el vientre de Ketzaly, sonriéndole—. ¿O tienes curiosidad de hacer la maestría, Azrael?

—Ah, no —Azrael quiso reírse al ver la cara que Ketzaly le ponía a su padre—. Solo lo decía, por si era necesario planificar los tiempos.

—No lo creo. Yo diría que no —continuó Ricardo—. Así, mientras Ketzaly termina la universidad, tú podrás hacerte cargo de la cafetería por las mañanas. Incluso, cuando tu hermana se recupere, podrías traerla a trabajar medio tiempo. Quizás podríamos adaptar la parte de atrás.

—¿Para qué? —preguntó Azrael.

—Para cuando nazca mi nieto. Que tenga un área de juego. También podríamos contratar una niñera...

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