Capítulo 30

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~♰~


Tocaron la puerta. Laura dejó su taza de café sobre la mesa, se puso de pie alisándose la falda verde y caminó hacia la entrada. Al abrir, su ánimo decayó de inmediato.

—Buenos días, Laura.

—Buenos días, señora Rubalcaba.

—No, por favor, llámame Elena —intentó sonreírle, apenada—. Después de todo, somos familia.

—En eso tiene usted razón.

—Si quieres, también puedes tutearme. No tengo ningún inconveniente. Supongo que debemos tener casi la misma edad, aunque tú aún te ves muy joven.

Laura rio suavemente, consciente del esfuerzo por agradarle.

—Ni tanto, tengo 41.

—Somos unas niñas con dos años de diferencia.

Ambas rieron y luego quedó un silencio incómodo.

—Vine... a disculparme por lo de ayer. Quiero dejar en claro que no fue mi intención ser grosera, pero les pido que me entiendan...

—No se preocupe —Laura recordó lo molesta que había estado, pero después comprendió el lado de Elena. Su hija era la víctima en todo esto—. ¿Le gustaría pasar a tomar una taza de café?

—No, muchas gracias. A decir verdad, venía a invitarlos a acompañarme con los muchachos. Ayer le dije a Ketzaly que les contrataría una enfermera, pero no quiso. El doctor me dijo que deberían guardar al menos dos semanas de reposo total. Con la cocina y la televisión abajo, van a batallar mucho subiendo y bajando escaleras. Eso podría causar otro accidente, y no pueden quedarse a dormir abajo porque el baño está en la planta alta. Pensé que podríamos adaptarles una habitación arriba, como una pequeña cocina. Traigo todo lo necesario en la camioneta y hay dos habitaciones libres.

—¡Claro! Nosotros íbamos a visitarlos en unos minutos. Pensé en ir diario para subirles comida, pero su idea es mucho mejor.

—Sí, podríamos dejarles todo preparado para que solo recalienten y no hagan esfuerzos innecesarios. Entonces, ¿me acompañan?

—Claro que sí. Voy por Nicolás y nos vamos.

Elena asintió y regresó a su camioneta, una Suburban.




En una bodega abandonada, tres voces familiares conversaban.

—Perdieron al bebé.

Los otros dos hombres en el lugar guardaron silencio.

—Pues... supongo que... qué mal.

—¿Supones? —Damián lo miraba acusadoramente.

—No sé. Yo qué mierda voy a saber de eso. Pueden hacer otro, ¿no?

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⏰ Última actualización: 13 hours ago ⏰

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