Capítulo 27 - Solo mío.

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⚠️ Advertencia de Contenido ⚠️

Este capítulo contiene descripciones intensas de violencia psicológica y física, incluyendo escenas que pueden resultar perturbadoras para algunos lectores. La narración aborda temas de abuso emocional, manipulación y angustia psicológica que pueden ser desencadenantes.

Se recomienda discreción y leer solo si te sientes cómodo y seguro. Recuerda que priorizar tu bienestar emocional es lo más importante.


~♰~


El sonido seco de las arcadas hizo que Azrael abriera los ojos de golpe. Pasaron unos minutos mientras procesaba lo que había ocurrido la noche anterior. No podía creer todo lo que había dicho; tenía que admitir que algunas de sus palabras habían sido mentira, fruto de la ira que lo consumía en ese momento. Se enderezó en silencio, asegurándose de lo que oía. Miró su celular: estaba justo a tiempo para arreglarse e ir a la escuela. Desde el gran ventanal, vio el cielo extremadamente gris y la lluvia cayendo sin tregua. Suspiró, sintiendo el frío en la habitación, bajó los pies al suelo, rascándose la nuca. Esto ocurría cada vez con más frecuencia, y ya no le parecía normal.

Salió de su habitación y caminó hasta el baño, donde se apoyó en el marco de la puerta con los brazos cruzados y su expresión seria, temeroso de que Ketzaly levantara la mirada porque sabía exactamente lo que vería.

—¿Ahora qué tienes? —preguntó con tono indiferente.

—No te importa —contestó ella, arrodillada frente al retrete, vomitando solo agua a pesar de las intensas náuseas.

Azrael la observó en silencio por un momento, merecía aquella respuesta. Estaba a punto de decir algo cuando las arcadas volvieron, y Ketzaly se inclinó nuevamente, dejando caer un líquido espumoso y blanquecino. Definitivamente, eso no era normal. Pensó en que ella no solía comer mucho, rara vez la veía hacerlo. Solo cenaban juntos ocasionalmente, y en esas ocasiones ella apenas probaba pequeñas porciones. Siempre llevaba un termo de café, y recordó que Jeaqueline le había mencionado una vez que no debía consumir cierto tipo de café del establecimiento, seguramente era el que estaba adulterado. ¿Era posible que fuera adicta?

Tosiendo, Ketzaly bajó la palanca del baño e intentó ponerse de pie, pero se tambaleó. Azrael se apresuró a sostenerla de la cintura, ayudándola a levantarse. Su cuerpo se sentía sorprendentemente delgado, como si pudiera contarle las costillas al tacto. Ella no lo apartó esta vez y se dejó ayudar, aunque en cuanto logró pararse, le quitó las manos con firmeza y caminó hacia el lavamanos para enjuagarse la boca.

Vestía solo una camiseta ligera y unos shorts que dejaban al descubierto lo delgado que estaba su cuerpo; no se veía bien. Parecía que ni siquiera sentía el frio.

—Después de la escuela vamos a ir al doctor.

—No —respondió ella mientras tomaba su cepillo de dientes—. No vamos a ir.

—Vamos a ir, Ketzaly, y no está a discusión.

—Te dije que no voy a ir. No puedes obligarme.

—Soy tu esposo. Claro que puedo.

—Cierto —Ketzaly lo miró con desdén—. Se me olvidaba que puedes hacer conmigo lo que te plazca. —Se metió el cepillo en la boca y comenzó a cepillarse.

Azrael mantuvo la vista fija en ella, y como había sospechado, sus ojos estaban hinchados, con grandes bolsas y unas ojeras profundas que dejaban claro que no había dormido.

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