Capítulo 26

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~♰~


Los créditos de la película comenzaron a rodar. Jeaqueline se estiró cómodamente en su asiento de felpa. Los cines VIP eran lo mejor, pensó, mucho más cuando no eras tú quien pagaba y solo iba de cómplice. Giró la cabeza hacia su derecha y vio la expresión de decepción de Alma.

—¿Es en serio? ¿El tipo reencarna y ya? —protestó Alma, frunciendo el ceño.

—Estuvo bonita —respondió Jeaqueline mientras tomaba su refresco y sorbía por el popote—. Además, deja un bonito mensaje.

—¿Cuál? ¿Que el amor todo lo puede?

—Que vayas a terapia en esta vida, para que en la próxima no estés buscando al mismo tipo que te va a seguir lastimando —dijo Jeaqueline con una sonrisa traviesa.

Alma soltó una carcajada, y ambas chocaron las manos. En ese momento, Jeaqueline sintió la vibración de su móvil. Lo desbloqueó rápidamente y rodó los ojos al leer el mensaje.

—Acompáñame afuera —dijo, bloqueando el celular.

—Pues igual ya íbamos a salir, ¿no? —replicó Alma, encogiéndose de hombros.

—La sala está rentada hasta que Alexander quiera, pero nos pidió que los esperemos afuera. Vamos —dijo Jeaqueline, mientras ambas se levantaban con pereza de los asientos y caminaban hacia la salida.

Cuando llegaron a la parte superior, vieron a Ketzaly y Alexander conversando animadamente. Ketzaly las observó con el ceño fruncido.

—Vamos al baño —dijo Jeaqueline, notando que el iPhone de Alexander estaba cargando, saco el suyo propio, haciendo algo atenta a su celular, finalmente, volvió la mirada a ellos—Los esperamos afuera. ¿Me lo puedes poner a cargar? —preguntó, mostrando el teléfono.

—Claro —respondió Alexander, desconectando su propio dispositivo.

Jeaqueline se agachó para conectar el móvil y lo dejó boca abajo en el asiento.

—Nos vemos afuera. ¿Te lo llevas cuando salgas? —añadió.

—Sí —respondió Ketzaly, siguiéndolas con la mirada.

Cuando desaparecieron, Ketzaly volvió a mirar a Alexander, quien no le quitaba los ojos de encima.

—Deberíamos alcanzarlas también —sugirió Ketzaly, mientras sacaba su teléfono y comenzaba a teclear—. Azrael ya no...

—¿Por qué no te olvidas un momento de Azrael? —Alexander le apartó el móvil, llamando su atención por completo—. De hecho, he notado que últimamente te llevas muy bien con él.

—No es eso —respondió Ketzaly, desviando la mirada incómoda—. Creo que llegamos a un acuerdo no verbal en el que ya ninguno de los dos quiere pelear.

—¿Te lo insinuó o algo? —preguntó Alexander, inquisitivo.

—No, simplemente... ya no discutimos. Él no busca razones, y yo tampoco. Incluso hay días en los que apenas nos hablamos más allá de lo necesario.

—Pero se siguen tomando de la mano y despidiéndose con besos —insistió Alexander.

—Eso no depende de mí. Son órdenes, Alexander —respondió Ketzaly, incomodándose visiblemente.

—Ya no tienes intimidad con él, ¿verdad? —preguntó Alexander de repente.

Ketzaly agachó la cabeza, sintiéndose aún más incómoda.

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