Capítulo 21

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Caminaban tranquilas, saliendo del campus hacia el estacionamiento. Ketzaly miró su teléfono, notando que aún faltaban 40 minutos para que Azrael saliera. Se acomodó la bufanda, intentando cubrir las marcas en su cuello. Según sabía, Alexander regresaría el lunes, pero no quería que nadie viera lo que ocultaba.

Se sentaron frente a sus autos, junto al estacionamiento de bicicletas. Linne y Alma notaron que Ketzaly estaba más rara de lo habitual, mucho más callada.

—Amiga, ¿todo está bien? —preguntó Alma, sentándose a su lado.

El silencio se prolongó por un buen rato, mientras Ketzaly organizaba sus pensamientos.

—Si les preguntara algo... —empezó, con la voz temblorosa—, ¿no me juzgarían?

—Claro que no, amiga —respondió Linne, apretándole suavemente el hombro—. Cuéntanos.

Ketzaly tomó su bufanda y la bajó, revelando las marcas en su cuello. Alma se tapó la boca, horrorizada, mientras Linne simplemente asintió, con expresión sombría.

—¡Ese hijo de puta! ¡¿Te lastimó, verdad?!

—No es solo eso... —respondió Ketzaly, volviendo a cubrir su cuello con la bufanda—. Hay algo más.

—¿Qué es? —preguntó Alma, preocupada.

—Anoche estuve investigando sobre... ya sabes, sexo y todo eso —dijo Ketzaly, pasando las manos por su cabello castaño, alisándolo nerviosamente—. Sé que Azrael no se va a detener en estos meses antes de que me fugue con Alexander...

—O sea, que no vas a esperar hasta el año —interrumpió Linne.

—No, no puedo esperar más. Necesito dejarlo ya. Cada vez hace cosas más extrañas y... —Ketzaly se frotaba los ojos rápidamente, odiando la vulnerabilidad que sentía—. Y mi cuerpo no lo entiende.

Linne se arrodilló frente a ella, mirándola con atención.

—¿Cómo que tu cuerpo no lo entiende?

Ketzaly apartó la mirada, inquieta. Intentaba hablar, pero las palabras se le quedaban atascadas. Alma también se acercó, creando una especie de refugio para que nadie más pudiera oír. Las mejillas de Ketzaly estaban rojas de vergüenza, y aunque sus amigas sabían que era difícil para ella hablar de esto, no la presionarían. Le darían el tiempo que necesitara.

—Es que... la última vez que lo hizo... —sorbió por la nariz—, mi cuerpo se sintió... extraño. —Bajó la cabeza, decepcionada—. Y creo que... yo misma... mi cuerpo... es que... empecé a sentirme... muy húmeda.

—¡Qué asco! —exclamó Alma.

—¡No, Alma! —respondió Linne, fulminándola con la mirada.

—¡No, no, no! No lo digo por ti, amiga —se apresuró a aclarar Alma, agarrando el brazo de Ketzaly—. Me refiero a que es asqueroso que sientas eso por ese tipo.

Ketzaly dejó caer la cabeza, mientras las lágrimas empezaban a brotar de sus ojos.

—No es exactamente asqueroso, aunque lo parezca... Lamentablemente es algo normal. —Linne tomó aire antes de continuar—. Y aunque sé que vas a pensar que estoy justificándolo, es la realidad. Sé que no se quieren, que todo esto comenzó como un abuso, pero después de un mes conviviendo con él, tu cerebro empieza a adaptarse. Es alguien que odias, pero que ahora asimilas como tu esposo. —Ketzaly la miraba con los ojos perdidos—. Tu mente lo está procesando como algo que "tienes que hacer", y por eso tu cuerpo está comenzando a ceder.

—Pero yo no quiero, Linne... tengo miedo —dijo Ketzaly, con la voz quebrada.

Linne la miró con compasión y le tomó la mano.

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