Capítulo 20

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Laura escuchó el suave sonido de la puerta al abrirse y cerrarse. Estaba de espaldas, frente a la estufa, mientras Citlali, sentada en una silla alta a su lado, cortaba unas fresas. Ninguna de las dos se preocupó en voltear, sabían perfectamente quiénes eran. Aquello, más que inquietarlas, alivió su corazón. No podía negar cuánto extrañaba la presencia de su hijo en casa. Siempre rezaba para que estuviera bien, para que la convivencia con Ketzaly mejorara cada día. El hecho de que la hubiera llamado para avisarle que irían a comer en celebración de su primer mes de casados la llenaba de felicidad. Era como si llevara a su novia en las primeras citas a la familia, aunque las cosas se hubieran hecho diferentes, quería creer que su hijo si terminaría enamorando a Ketzaly y que al menos tendrían en un futuro una vida feliz y en caso de que no, terminaran de la mejor forma.

—Llegamos —escuchó decir a su hijo.

—Bu... buenas tardes —dijo Ketzaly, algo titubeante.

Laura se apresuró a secarse las manos en el delantal y se giró hacia ellos con una amplia sonrisa. Su alegría inicial se desvaneció en cuanto sus ojos se posaron en el rostro de Azrael. Tenía un golpe enorme en el pómulo.

—¡Azrael! ¿Qué te pasó?

De inmediato, caminó hacia él, pero Ketzaly retrocedió ligeramente sin soltar la mano de Azrael. Con su otra mano libre, se aferró al brazo de él, visiblemente nerviosa. Sabía que Laura la regañaría, estaba casi segura. Azrael, por su parte, ladeó el rostro, evitando el contacto de su madre.

—No es nada —respondió, restándole importancia.

—¿Cómo que no es nada? ¿Te estuviste peleando otra vez?

—Fue... fue mi culpa —intervino Ketzaly, con la voz temblorosa y la mirada llena de miedo, evitando a toda costa los ojos de Laura.

—No, no fue culpa suya. Fue mía, malinterpreté algunas cosas —Azrael suspiró profundamente—. Encontré a Ketzaly con su ex y... bueno, pensé lo peor.

Citlali, que hasta ese momento había estado en silencio, se soltó riendo.

—¿Te pusiste celoso, imbécil? —le soltó entre risas.

Azrael le lanzó una mirada de advertencia, claramente molesto.

—¿Y por eso terminaron a golpes? —insistió Laura, cruzándose de brazos.

—Él empezó —respondió Azrael con tono defensivo—. Fue quien lanzó el primer golpe, y me agarró desprevenido.

—Así que te dejó ese madrazo, ¿no? —dijo Citlali burlona, acomodándose mejor en su silla para no perderse ningún detalle del relato.

— Si, si lo hubiera visto de frente no me hubiera ni tocado – empezó a caminar junto con Ketzaly hasta el comedor, le saco una silla indicándole que se sentara – encima del shock no reaccione rápido y me golpeo más.

—¿Dónde te dio? —preguntó Citlali, llevándose otra fresa a la boca con expresión divertida.

—En el estómago y en el labio. Me dejó el labio hinchado.

—Ah... —Citlali se carcajeó, claramente disfrutando de la situación—. Luego supongo que ustedes dos se agarraron a golpes... pero con la boca, ¿verdad? —dijo con una risita maliciosa.

Ketzaly bajó la mirada, ruborizándose al instante, mientras Azrael fulminaba a su hermana con los ojos, jurando venganza.

Laura observó a ambos con detenimiento. Era cierto, no se había percatado antes, pero ahora las marcas en sus cuellos eran evidentes: mordidas. Sus ojos recorrieron el cuerpo de Ketzaly, y otra vez sintió ese miedo que la invadió la primera vez que la vio de pie en la puerta de su casa, acompañada de sus padres.

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