~♰~
Azrael observaba atentamente cómo Ketzaly se dedicaba con esmero a decorar otro pequeño postre. Este sí parecía más apetitoso, como un tipo de pay. Acababa de añadirle mermelada de frutos rojos y lo coronaba con una hojita de menta. Lo colocó cuidadosamente en un plato de porcelana blanca, tomó el bote de chocolate líquido y decoró el borde con un toque artístico.
—Está listo —anunció finalmente.
Azrael jaló el plato hacia sí y, usando el mismo tenedor que había empleado para probar otros diez postres, degustó el nuevo.
—Este... —murmuró mientras masticaba— definitivamente, este es el postre.
—¿Estás seguro? Dijiste lo mismo de otros cuatro. Necesito que te decidas por uno...
—Es este, cariño, te lo juro —aseguró mientras cortaba otro pedazo y lo acercaba a su boca para que lo probara.
Ella aceptó el bocado, pero al ser algo que había preparado ella misma, no le pareció tan especial.
—¿Entonces sí?
—Sí —respondió Azrael mientras tallaba el plato con el tenedor, asegurándose de quitar cada rastro de chocolate—. ¿No hay más?
—Prepararé más. El que quiero regalarle tiene que ser aún más grande, del tamaño del perdón que quiero pedirle. Haré otro solo para ti.
—¿Me harás uno? —preguntó Azrael mientras apartaba el plato vacío y apoyaba los brazos sobre la mesa.
—Sí —respondió ella, limpiándose las manos en el delantal antes de girarse hacia la cocina para comenzar a romper galletas de vainilla.
—Wow, casi sentí quererte.
El corazón de Ketzaly dio un vuelco, y se puso nerviosa de inmediato. Tomó una pequeña caja de harina y simuló casualidad.
—¿Quién puso el veneno para ratas aquí? Ups... —dijo mientras vertía un poco de harina sobre el bol—. Se tiró poquito.
Azrael se rió, empujó la silla alta hacia atrás y caminó hacia ella.
—¿Entonces el otro también tenía veneno?
—Probablemente.
—Si me muero yo... —la tomó del brazo y la giró hacia él—, te llevo conmigo. Imagínate lo mal que suena: "Ketzaly, viuda de Alvarado."
—¿De qué hablas? Suena hermoso. ¿Piensas matarme? —preguntó con sarcasmo mientras estiraba la mano para alcanzar un cuchillo de la base cercana. En cuanto lo sostuvo, lo apoyó contra las costillas de Azrael, quien se enderezó al instante, alerta por el contacto del objeto punzante contra su piel—. ¿Amenazas a alguien que tiene un arma en la mano?
Azrael inclinó la cabeza hacia ella y la besó. Fue un beso lento, que descolocó a Ketzaly, poniéndola nerviosa al punto de apretar con más fuerza la base del cuchillo. No entendía qué relación tenía ese beso con el juego de "matarse". Porque era un juego, ¿no? Además, la lentitud del beso provocaba ruidos vergonzosos, de esos que culpaba a la saliva.
—En este punto, tú ya estarías tan jodida como yo... creo que el veneno también queda en la saliva, ¿no? —bromeó él.
—Eres un hijo de puta —dijo ella, frunciendo el ceño, visiblemente molesta. Se sentía utilizada.
—Ya te dije, si muero yo, te llevo conmigo.
Cristiam terminaba de contar los sobres. Era increíble la cantidad de jóvenes que acudían a hacerse pruebas de embarazo... o de VIH. Lo mejor de todo era reconocer algunos nombres que le resultaban familiares. Lo malo era que, por ética, no podía burlarse.
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Penitencia
RomanceLa vida de Ketzaly da un giro aterrador cuando es obligada a casarse con Azrael, su agresor, para evitar la deshonra de su familia católica. La imposición de sus padres marca el inicio de una relación turbulenta, donde el odio inicial lentamente se...