Nochebuena se acercaba, el invierno ya había llegado a Manhattan con su inigualable frío y tristeza.
No me gustaba esta estación, había perdido el gusto por ella desde hace algunos años, ya nada era lo mismo. Jugar en la nieve como niños aun cuando sé he adulto, ver por el vidrio empeñado por el frío como todo el parque es coloreado por copos blancos. Era inevitable beber un chocolate caliente, mientras se reposa sobre almohadones al lado de la chimenea. Inclusive, esperar ansiosos por la llegada de la navidad y los regalos debajo del árbol.
Ninguno de esos momentos, eran realizados actualmente por mí. Todo había cambiado y desde entonces, salir de mi casa en invierno era todo una osadía. Prefería quedarme a hundir mis penas en alcohol, mientras me ahogaba lentamente en la tristeza.
Esa era mi nochebuena.
Quizás, este año hubiera sido distinto. Pero lo había arruinado y estaba a punto de perderlo todo nuevamente.
Aden se iría, se marcharía para Canadá y existían muchas posibilidades de que nunca lo volviera a ver por cobarde e indecisa. Había agotado toda su paciencia por no cumplir con lo que prometía y tenía toda la razón en no querer lidiar más conmigo.
Fui estúpida en creer que después de haber pensado tan mal de él y consumir por segunda vez, me lo iba a perdonar tan fácil. Él estaba haciendo todo por mí y yo únicamente me dedicaba a salir corriendo sin esperar una respuesta por su parte.
Me merecía volver a repetir todo otra vez, otra navidad encerrada en mi casa, mirando de lejos como las personas allá afuera se divierten por la llegada del invierno mientras realizan sus compras como cualquier persona normal, sin estarse lamentando de todo sus errores, cómo lo hacía yo y como aún lo sigo haciendo.
Una vez más, estaba escondida debajo de mis cobijas, sintiendo el frío recorrer mi cuerpo y pensando en todo lo sucedido anteriormente, no había justificación alguna de lo que había provocado. Estaba perdiéndolo todo, a pesar de ello, no hacía nada por impedirlo.
Realmente no quería que Aden se marchará pero tampoco quería internarme, no quería estar en una habitación encerrada, no había ni la más mínima posibilidad para que yo hiciera eso. Y eso me hacía una cobarde, prefería perderlo, que vencer el miedo que me provocaba internarme.
Si, miedo. No sufría de claustrofobia. Todo lo contrario. Temía salir de mi zona de confort, temía al cambio, pero a la vez por no poder cambiar dado el esfuerzo que pusiera. Me hacía sentir vulnerable, me había acostumbrado a vivir sola pero sin embargo, el encierro en una clínica de rehabilitación me atormentaba de sólo pensarlo. Era estúpido. Pero me tenía miedo a mí misma, a no lograrlo y ver otra Maia recayendo en la miseria, porque una desgracia más y no era capaz de sobrellevarlo.
Esa era mi verdad al respecto con mi negativa de esos lugares.
Mi estómago gruñía del hambre desde hace un rato, no quería salir de mi habitación, no sabía si aún estaba aquí, pero en lo que llevaba encerrada en mi habitación desde que amaneció, no había tocado la puerta, como si el apartamento estuviera nada más yo.
No quería verificar si estaba o no, por eso había aguantado un poco de hambre y es que ni siquiera la tristeza había borrado el apetito. No sé qué tan molesto o dolido conmigo estará, para no tocar mi puerta a pedirme que coma algo, si es que aún sigue en casa.
Con gran pesadez me quite las cobijas de encima y salí de la cama, colocando mis pantuflas. Me encamine lentamente hasta la puerta, quitando el seguro y saliendo. Camine a paso lento, cerciorando no escuchar nada pero algo cayéndose y una maldición seguido de eso, me alertó. Y supe que aún estaba aquí.
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Una Mentira Por Amor
RomanceMaia Holister sufre en silencio, todos los días, para ella la felicidad quedó en su pasado, pero su pasado no quiere dejarla atrás. Las mentiras duelen pero hieren más si vienen de tus propios familiares. Una historia de amor y dolor, marcada a tr...