11. No te dejaré.

21 3 1
                                    


Sus manos me recorrían el cuerpo con un afán ansioso y asqueroso, no podía moverme, estaba inmersa a la realidad que vivía, quería gritar pero mi cuerpo no respondía, el grito estaba ahí, pero no se escuchaba porqué la voz no salía. Escuchaba su risa de burla, mirándome con lujuría, deseando besar mi boca, cada vez más cerca, cada vez más profundo. Sentí su lengua por encima de mis pechos. Y entonces grité. 

Desperté, estaba en mi cama, envuelta en aquella oscuridad ya familiar, sentí mi corazón muy agitado, mis manos no dejaban de temblar. Un ruido de algo cayéndose me alertó, provocando nuevamente un grito. El miedo se apoderó de mí. Me aferré a mi cobija, abrazando mis piernas, mi corazón cada vez latía más fuerte, había comenzado a llorar sin poder detenerme. 

Hasta que de pronto, sentí unos brazos rodearme y mi cuerpo reaccionó al escape. Lo empujé con todas mis fuerzas y salté de la cama, retrocedí sin poder ver hacia dónde me dirigía, en mi intento de huir algo detrás de mí, cayó al suelo provocando un estruendo. 

—¡No me toques! ¡No me toques! —Exclamé cubriendo mi cuerpo con mis brazos. Sentí la luz iluminar toda la habitación. Seguía con los ojos cerrados sumergida en ese temor que controlaba mi cuerpo. 

—Nunca te lastimaría.

Cubrí mi cabeza con mis manos.

Era él.

Mi respiración se volvió también agitada, no lo miré, no pude hacerlo. Sólo sentí como mi cuerpo iba deslizándose hasta sentarme en el frío suelo de mi habitación. Odiaba que me observará en mis peores momentos. ¿Por qué no se iba? ¿Que hacía aún en mi casa?

—Vete Aden. —Supliqué con mi voz rota. Escuché sus pasos acercarse hasta mi lugar. —¡No! —Grité, moviéndome de lugar. —No quiero que estés aquí, vete. ¡Vete! 

—Por favor, mi ángel... 

—¡No me llames así! —Grité enojada, alejándome de él. —Ya no soy tu ángel. ¿No ves? —Me señalé, tratando de indicarle en qué me había convertido. Él me miraba dolido, como si algo se hubiera apagado dentro de él. —Soy una basura. 

Una lágrima se deslizó por mi mejilla, me la quité con brusquedad. Él seguía ahí, sólo mirándome de una forma que no lograba entender, quizás tristeza, ¿decepción? No lo comprendía, pero ¿qué había creído? ¿Qué iba a volver para encontrar a su ángel? ¡Ella ya no existía! Y es mejor que lo haya visto con sus propios ojos para que saliera de su fantasía. 

—Ahora lárgate de aquí. —Levanté mi mano mostrando la puerta. 

No esperé su reacción ni siquiera lo había visto venir, pero tomó mi mano y rodeó mi cuerpo con sus brazos. Mi cabeza había quedado en el hueco de su cuello, traté de apartarlo pero me tenía inmovilizada. Me estaba abrazando y yo no podía corresponderle, su cálidez me envolvía, no obstante, sólo podía sentir desprecio.

—¡Suéltame!  

Su agarre era fuerte, no dejé de luchar. No entendía sus silencios ni mucho menos sus acciones. Pero, que actuará de esta forma lo único que lograba, era hacerme enojar. Él no tenía ningún derecho de abrazarme. 

—Por favor Maia... Basta. —Replicó, tratando de sostener su agarre a mis movimientos. —No eres ninguna basura. —Susurró, sentí un beso en mi cabeza. Quedé estática por un segundo.—Eres mucho más que eso, Mai.  

—No me beses ni digas tonterías. —Replique, regresando a mi intento de escape. 

—No voy a soltarte hasta que te calmes. —Dijo, solté un suspiro fastidiada. —Mucho mejor. —Podría imaginarlo sonreír. Puse los ojos en blanco.

Una Mentira Por AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora