28. ¡Las drogas no resuelven los problemas!

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Estuve por largas horas dentro del auto, completamente pérdida, había conducido por mucho rato y el sitio donde me encontraba, nunca antes lo había visto.

Sujetaba la bata blanca llena de coraje, todo mi esfuerzo en los últimos años no había valido la pena, tomar la decisión de estudiar medicina fue más difícil de lo que pensé, cuando logre decidirme, supe que mi apellido me traería problemas ya que deseaba hacer todo yo misma, sin ayuda de nadie. Sin embargo, lo logré. Tuve siempre el apoyo de los asesores. O eso es lo que pensaba. No obstante, al involucrar a mi padre, sabía que podía perderlo todo en un instante. Y así fue.

Quizás, no debí mentirle, ocultarle que Aden seguía en casa pero, ¿por qué no debo? Si, él me ha dicho mentiras mucho peores. Mentiras que dañan y dejan heridas profundas. ¿Al caso puede mi pequeña mentira cubrir el tamaño de la suya? Su argumento era estúpido, sabía que no era más porque nos odiaba, a Aden y a mí.

Pero, eso ya no importaba, Aden ya no estaba conmigo y yo, ahora ni siquiera sabía qué iba a suceder con mi vida, todos mis planes de graduarme, habían quedado nulos por su culpa. Y regresar el siguiente año, eso estaba muy lejos de hacerlo.

Grité desesperada, lanzando hacia los asientos de atrás la bata. Abrace mis piernas escondiendo mi cabeza, mi cuerpo temblaba y no podía dejar de sollozar.

¿Ahora qué iba a hacer?

El terror, la angustia y el dolor me estaban volviendo loca. Necesitaba a Aden, lo quería conmigo, pero saber que ya no lo estaría, me estaba terminando de destruir.

Unos golpecitos en la ventana me espantaron, gire mi cabeza, había un sujeto con una capucha negra, quedé petrificada, mi mente recordó las primeras veces que vi a Aden de esa misma forma. Sentí que el aire se iba de mis pulmones. No logré articular palabra.

—¿Quieres de lo mejor? —Preguntó. —$10 dólares y te doy el mejor viaje de tu vida.

Mis manos temblaban, la oferta no estaba para nada mal y realmente, necesitaba que algo me relajara. No era su voz así que no temía encontrarme con sus ojos verdes, mirándome decepcionado. Esto era lo que quería y necesitaba. Bajé un poco la ventanilla y tome mejor postura.

—Te doy el triple si es necesario, pero dame lo más que puedas de crack.

—A tus órdenes princesita, pero te largas cuánto antes de aquí. En Staten Island no nos gustan los extraños.

Asentí, le pasé lo prometido, en cuanto me entregó el paquete, salí de ese lugar, no sabía cómo había llegado hasta ahí, sin ni siquiera darme cuenta de ello, pero ahora deseaba llegar a casa para poder probar lo que llevaba.

Durante el trayecto me detuve a comprar algunas botellas de vodka, llevaba tiempo sin tomar. Todo lo que llevaba estaba en una bolsa negra que había pedido en la tienda, así que entraría a mi habitación sin que Jaden notara lo que iba hacer, pero al llegar, me extrañó mirar todo el apartamento a oscuras. No le di importancia, tenía algo más importante a que ponerle atención. Me fui directo a la habitación y ordene todo tal cual.

Inhale varias veces, no sentía nada, así que empecé a beber. Con una mano sostenía la botella y con la otra el pequeño trozo de aluminio.

Era como estar en el cielo.

Pero, sin estarlo, porque por desgracia no podía relajarme como quisiera, camine por toda la habitación bebiendo más y más alcohol, encontré el computador tal y como lo había dejado sobre mi cama, al tocarlo, la pantalla se encendió y el contacto de la abogada Elyanna Klein Rooseboom seguía ahí, no pude resistirme así que tome mi móvil y marque el número, la hora era insignificante para una abogada tan sofisticada y que se tomaba su trabajo muy en serio, como para llamar a Aden a altas horas de la noche. Timbró un par de veces, cuando me comencé a desesperar, la misma voz que había escuchado gritando, contestó de forma amable.

Una Mentira Por AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora