XXII (parte I)

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Liam.

La mitad de mi cuerpo duele como si alguien hubiese decidido darme una paliza mientras dormía; eso sin contar el adormecimiento de mi brazo izquierdo causado por dormir toda la noche encima de éste. Mierda mierda. Hace años no me quedo dormido en el sofá de nadie, y justamente he decidido hacerlo en el lugar que no debo... la estancia de los Tomlinson.

Bostezo sentándome en la orilla del sofá, restregando una vez más mis ojos en un intento de disipar el sueño que aún prevalece y la fatiga de dormir en un espacio donde apenas quepo. Mi mirada se desvía hacia el rojizo y revuelto edredón a un costado, sintiendo la calidez que emana la afelpada tela.

Sonrío... sin saber exactamente el porqué.

-¿Liam, cariño? –profiere una dudosa Jay desde la cocina, sobresaltándome instantáneamente.

-Buenos días, Jay –saludo recargándome en el marco de entrada a la cocina, siendo recibido por un delicioso aroma a pancakes y una sonriente Jay al otro lado de la encimera.

-¡Buenos días, a ti! –responde enérgica depositando la humeante taza de café a un lado de la parrilla-. ¿Sabes? Karen me habló ayer en la noche, sumamente preocupada por su hijo. En el momento en que pisé la estancia de mi casa, pude encontrarlo en un estado crítico, encima de mi sofá, luciendo ligeramente incómodo.

Jay me dedica una mirada inquisidora antes de continuar con su tarea doméstica.

-Sobre eso... -comienzo, rascando nerviosamente mi nuca. No puedo evitar sentirme incómodo-. Lamento la molestia que...

-Sh sh sh –sisea negando continuamente con la cabeza-. Cariño, durante años te he repetido que no eres ninguna molestia en ésta casa. Al parecer no eres tan brillante cómo pensé –ladea su rostro, enarcando una de sus cejas luciendo divertida.

Reconozco con una sonrisa ese gesto tan característico de _______.

-¿Estoy hablando con la Doctora Poulston en estos momentos?

-Liam, cuando estés hablando con la Doctora Poulston, lo sabrás, créeme –señala amenazadora sosteniendo la cuchara de su café en mi dirección. Es raro, pero incluso ése gesto medianamente gracioso resulta intimidante-. Ahora, siéntate pequeño vagabundo, acaparador de sofás.

-Si, señora –imito un gesto militar, captando una pequeña sonrisa de su inmaculada expresión.

-Niños- murmura al dirigirse hacia el frigorífico.

-Mamá, Liam –asiente Louis luciendo somnoliento, depositando un beso en la mejilla de su madre. Enarco una ceja cruzándome de brazos.

-¿Buenos? Supongo que lo son para aquellos que pueden dormir en sus camas. ¿No?

Louis inspira profundamente, vertiendo el liquido ambarino en un vaso de cristal.

-Te dije que lo llevaras a la habitación de huéspedes –lo reprende Jay golpeando su hombro. Sonrío internamente. Si hay alguien que puede ponerlo en su lugar sin duda es ella... y _______.

-Mamá, ¿ya lo viste? –refunfuña infanti –. Éste chico no es una pluma, te lo acepto de ______, pero llevar a esa roca hacia la habitación de huéspedes me hubiera tomado toda la noche.

¿Me llamó roca?

-La única "roca" en ésta habitación es aquello que tienes por cabeza, y eso no te impide llevarla todo el día encima de tus hombros, ¿o sí?

Lou dirige su puño hacia mi hombro; golpe que logro esquivar, a sabiendas de lo previsible que es mi mejor amigo. Jay vuelve a sonreír antes de reprendernos a ambos.

El ¿Odioso?... Amigo de mi hermano. (Liam Payne).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora