˗ˏˋ ★ 𝟲𝟰 - 𝗲𝗹 𝘁𝗼𝗿𝗼 𝗠𝗮𝘁𝗶𝗮𝘀 𝘀𝗮𝗯𝗲 𝗺𝗮𝘀 𝗱𝗲 𝗹𝗼 𝗲𝘀𝗽𝗲𝗿𝗮𝗱𝗼 ★ ˎˊ˗

218 38 107
                                    

El olor a tierra inundó mis fosas nasales haciéndome estornudar ruidosamente. Al abrir los ojos, me di cuenta de que estaba en un lugar bastante conocido para mí.

La casa de Juliana. Más específicamente, en la habitación que antes yo solía compartir con Matías.

Estaba muy diferente a cómo yo la recordaba. Vacía y silenciosa. La cama estaba deshecha y las sábanas estaban arrugadas, sucias y tiradas en el suelo. Estaba iluminada solo por la luz que entraba por la ventana, que estaba abierta de par en par. El viento soplaba suavemente, haciendo que las cortinas se movieran ligeramente. Pero a pesar de la tranquilidad del ambiente, me sentía invadida por una sensación la ansiedad y el miedo.

Me intenté mover, pero me di cuenta de que estaba atada de manos y de pies. Las cuerdas eran gruesas y ásperas, y me hacían sentir una presión dolorosa en mi piel. Me intenté liberar, pero fue inútil. Estaba completamente inmovilizada.

Miré a mi alrededor, buscando alguna pista de lo que había pasado. Y entonces, mi mirada se posó en algo que me hizo sentir un escalofrío en la espalda.

A mi lado, sobre la cama, había un test de embarazo. No cualquier test de embarazo, sino el mismo que me había hecho en Cancún. El mismo que había cambiado mi vida para siempre.

Me sentí confundida y asustada. ¿Cómo había llegado ese test a las manos de Matías?

Y entonces, pude notar algo más. La bombacha de mi conjunto de lencería favorito. La misma que se me había perdido en la habitación de Mateo en Cancún. Estaba perfectamente doblada, y limpia, todo lo contrario al resto del lugar.

¿Qué estaba pasando?

La habitación comenzó a dar vueltas a mi alrededor, y me sentí como si estuviera a punto de desmayarme. Aún así, comencé a respirar hondo una y otra vez hasta calmarme.

— Se despertó la bella durmiente — Matías ingresó con una amplia sonrisa y una bandeja con un vaso de jugo y un sanguche de jamón y queso — ya era hora... tenemos muchas cosas de las cuales hablar

Se sentó en la cama y me extendió el vaso, riéndose al verme rechazarlo.

— No te voy a envenenar... te lo juro — bebió un poco del contenido — ¿ves? no tiene nada... además, tenes que alimentarte más por ese bebé que tenes ahí — señaló mi vientre asintiendo con la cabeza — imagino que no queres que le pase nada... menos si tu raperito no sabe de su existencia

Suspiré y acepté. Entonces, acercó el vaso a mis labios para que pudiese darle un sorbo.

— ¿Sanguchito? — indagó levantándolo pero volviéndolo a la bandeja al cabo de unos segundos — mejor lo dejamos para después, primero contame... ¿hace cuanto que me ves la cara de gil?

Lo observé sin decir nada, cosa que lo irritó.

— Meses... hija de puta — estrelló el vaso contra la pared provocando que me sobresaltara y que los vidrios salieran disparados por toda la habitación — ¿te pensas que no me daba cuenta de que te estabas cogiendo al otro?

Yo ya no quería estar con vos y Mateo...

Y Mateo siempre te gusto, ¿o me equivoco? — consultó, con un tono más violento, pero sin tocarme — te hice una pregunta, respóndela

No, no te equivocas — susurre, tragando saliva

Asintió con la cabeza ya que, al parecer, era la respuesta que estaba esperando.

Posteriormente, me agarro del pelo con fuerza y me levantó para tirarme sobre la cama. Grité, de la sorpresa y del dolor, pero a él no parecía importarle.

¡Salí! — le dije al ver que se acercaba cada vez más — ¡ni se te ocurra tocarme!

— ¿O que? — pregunto, dándole dos palmadas a su espalda baja y al revolver que ahí tenía.

Su rostro se asomó a mi cuello, y lo sentía olerlo exageradamente. Las náuseas no tardaron en llegar, y aunque lo que más quería hacer era vomitar, no podía hacerlo.

— Los vi una vez — exclamó apoyando una de sus manos en mi cadera y presionándola — cogiendo acá abajo, en la cocina... gemías y te quejabas porque el otro no te había acab...

No se de que me hablas — corrí mi cara para alejarla del cuerpo del ojimarron del asco que me provocaba

— ¿No sabes? — se burló, chasqueando la lengua — ¿no te acordas, entonces, de cómo el otro te sacaba la remera porque te decía que le molestaba? ¿o de cómo vos le decías mi amor, sin siquiera pensar en la posibilidad de que hubiese alguien escuchando?

Estás enfermo — escupí — y me... das... asco

En un movimiento rápido que no vi venir, giró mi cuerpo, posicionándome boca abajo y me agarro la cabeza, presionándola contra el colchón.

— Y vos no sos más que una puta de mierda — sentía cómo sus manos rebuscaban el botón que aseguraba mi pantalón de jeans — ¿tan bien te cogia Mateo como para que hayas decidido tirar a la basura una relación de cuatro años?

¿Porque te interesa tanto saber cómo es tener sexo con él? — consulte sin dejar de luchar, para impedir que él lograra su cometido — me parece que vos también tenes cosas que decir

No vi venir el golpe a puño cerrado que me impacto en la mejilla derecha, pero que no me derribó.

Me tensé cuando noté que ya me había desabrochado el pantalón, y que lo estaba bajando lentamente.

Quería llorar, pero no lo hice, no era el momento y si lo hacía, no cambiaría nada.

Empecé a moverme, y a patearlo con todas mis fuerzas, hasta que sentí que me apoyaba el arma helada en la sien, dejándome inmóvil de a poco.

Sus manos calientes, comenzaron a tocar mi piel desnuda con desesperación y en ese instante, las lágrimas salieron.

No tenía forma de salir de ahí.

— ¿Porque lloras? — consultó fingiendo dulzura, separándose un poco para bajarse el short y dejar el arma en otro lugar — antes te encantaba esta posición

Matías... no quiero, no lo hagas —le supliqué — respétame por... una vez... en todos estos años

Rompí en llanto, quedándome quieta, cuando con un movimiento brusco y seco, lo sentí adentro de mí.

Su mano izquierda recorría mi espalda por debajo de la remera mientras que su otra mano me apretaba la cabeza contra el colchón.

Por favor... — rogué pausadamente — me está doliendo

Cerré los ojos para no pensar en eso e imaginar cosas que me hicieran feliz... como por ejemplo, la reacción de Mateo al enterarse del bebé. Plan que yo tenía para hoy, antes de que todo esto sucediera.

No me di cuenta en que momento Matías dejó de abusarme. Solo percibí sus movimientos apresurados y torpes detrás de mi.

— Que asco me das... — sentí como me escupía con desprecio — mejor quédate con Mateo, te ha cogido tanto que ya ni siquiera te sentís igual

Salió de la habitación mientras se acomodaba la ropa. Me dedico una mirada rápida, pero en ningún momento lo vi arrepentido... se sentía orgulloso de hacerme y verme sufrir.

•──•─•──•✦•──•─•──•

esto sigue (y se pone cada vez peor)

𝐈𝐍𝐅𝐈𝐄𝐋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora