˗ˏˋ ★ 𝟳𝟭 - 𝗳𝘂𝗰𝗸 𝗳𝗮𝗺𝗲 ★ ˎˊ˗

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Mateo:

Voy a dejar los escenarios... al menos por un tiempo — comunique nervioso, mirando a mi papá, a Nicole, a Camilo y a mi equipo, que habían venido de visita desde Buenos Aires. Mi voz temblaba ligeramente, y el corazón me latía con fuerza en el pecho.

La habitación se quedó en silencio, y todos me miraban sin entender el porqué de mi decisión.

No es algo que se me ocurrió ahora a la mañana... lo he pensado por... meses — aclaré, pasándome ambas manos por los rulos, tratando de calmar mi nerviosismo. Mi mirada se desplazó por la sala, buscando la comprensión de mis seres queridos — sé que es algo... precipitado para ustedes, pero les pido que me entiendan y me banquen en esta así como lo han hecho por años en los shows.

Nadie me respondía, solo se miraban los unos a los otros, murmurando cosas que yo no alcanzaba a escuchar. El silencio era incómodo, y me hacía sentir aun más culpable. Mi papá se levantó de su silla y se acercó a la ventana, mirando hacia fuera totalmente preocupado. Camilo, en cambio, se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en sus rodillas, y mirándome mientras asentía lentamente.

Yo... no tengo cabeza para eso en este momento... la pérdida del bebé me ha afectado mucho más de lo que pensaba — comencé a explicar, sintiendo que me sacaba un peso de encima. Mi voz se quebró ligeramente, y tuve que hacer una pausa para recobrar la compostura. — quiero dedicarme a sanar ese dolor, a encontrar la paz y la tranquilidad que necesito... además de acompañar a la Nicki, que la ha pasado mucho peor que yo.

Suspiré profundamente, sintiendo un gran alivio al haber compartido mis sentimientos con las personas a las que consideraba parte de mi familia. Ahora solo esperaba que me entendieran y me apoyaran en esta decisión.

— Amor, ¿podemos hablar a solas un segundo? — preguntó Nicole, acercándose a mí con pasos rápidos y agarrándome de la muñeca con una mano suave pero firme. Su voz era baja y urgente, y su mirada me pedía atención.

Asentí con la cabeza y la seguí hacia afuera de la casa, dejando a mi papá, a Camilo y a mi equipo con sus preguntas y sus preocupaciones. El sol brillaba en el jardín, iluminando las flores y los árboles, y un ligero viento susurraba entre las hojas, llenando el ambiente del dulce aroma de las plantas.

Una vez que estuvimos solos, Nicole se volvió hacia mí y me miró con una expresión de sorpresa y confusión. Sus ojos estaban abiertos de par en par, y su boca estaba ligeramente abierta.

— Matu, ¿por qué no me lo contaste? — preguntó, aún en shock. Su voz temblaba ligeramente, y su mano seguía agarrada a la mía — ¿por qué decidiste dejar los escenarios sin hablar conmigo primero? — frunció el ceño al verme subir y bajar los hombros — la música es tu vida... amas lo que haces... no podes alejarte sin siquiera hablarlo con tu equipo.

Me sentí un poco incómodo bajo su mirada, y mi corazón latía con fuerza en mi pecho. Sabía que tenía que explicarle, que tenía que hacerle entender por qué había tomado esa decisión. Respiré profundamente y comencé a hablar, tratando de encontrar las palabras adecuadas para explicarle mi situación.

Perdón, hadita— suspire, sintiendo un gran peso en mi pecho. — no quería preocuparte, y no sabía cómo explicarte lo que estaba pasando.

— ¿Qué está pasando, mi amor? — indagó, llevando sus manos a mi rostro para acariciarlo lentamente. Su tacto era suave y reconfortante, y me hizo sentir un poco más tranquilo — ¿por qué decidiste dejar la música en el momento en el que más la necesitas?

Me encogí de hombros, sintiendo un gran vacío en mi interior.

No puedo seguir fingiendo que todo está bien cuando no lo está, mami — aclare, notando como la voz me temblaba ligeramente — no puedo subirme a un escenario haciendo de cuenta de que todo está genial cuando la estoy pasando como el orto... no sé... no tengo ganas.

Los brazos de la morocha me rodearon, apretándome con fuerza y haciéndome llorar desconsoladamente. Me sentí sobrepasado por la situación y esto se reflejó en mi cuerpo que se sacudía con cada sollozo.

En ese momento, la puerta de la casa se abrió y mi papá, Camilo y mi equipo salieron al pórtico. Se acercaron a nosotros con expresiones de preocupación, y se unieron al abrazo. Mi progenitor me abrazó por la espalda, mientras que mi mejor amigo y mi equipo se unieron a la ojiverde, rodeándonos a ambos con un abrazo colectivo.

En ese momento, me sentí más tranquilo, y supe que no estaba solo en mi dolor. El lugar a nuestro alrededor se quedó en silencio, como si la naturaleza misma estuviera respetando nuestro momento de dolor y vulnerabilidad. Pero en ese abrazo, encontré la fuerza para seguir adelante.

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EL CAPÍTULO 73 ES EL FINAL

𝐈𝐍𝐅𝐈𝐄𝐋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora