Capítulo 31: Primero soñar, después morir

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Todo parece estar moviéndose en mi cabeza, tan deprisa, como si fuera zarandeada al igual que las hojas en el otoño. Las voces, los olores, los rostros se entremezclan, como cuando decides mezclar los colores para formar algo nuevo.

Lo intento, intento poner mis pensamientos en orden, intento comprender como termine aquí, que está sucediendo.

Pero no lo consigo.

Sé que necesito aclararme, levantarme de donde estoy, siento algo frio en mi mejilla, supongo que es el piso. Lo intento nuevamente, pero no logro conseguirlo.

Es como si mi mundo, el espacio que me rodea, estuviera dando vueltas y vueltas, y luego todo estuviera cayendo.

Una voz se acerca, pero se siente lejana a la vez, como un eco de un recuerdo vivido.

Siento algo golpear mi otra mejilla, esta fría, muy fría. Me pregunto si es nieve o sangre lo que cae... que cae... cae del cielo.

Mis pensamientos se desordenan de nuevo, cayendo en el caos de la locura.

La sangre es roja, recuerdo, la nieve es blanca.

Intento moverme, pero no lo consigo, hay un peso sobre mí que me asfixia, me roba el aliento que almaceno en los pulmones, me siento tan fría.

Sin éxito, intento abrir los ojos, pero hay oscuridad, hay tanta oscuridad que quisiera ver aunque sea un rastro de luz.

Cualquier rastro de luz que me indicara que estaba viva, que seguía respirando. Aunque debía de estarlo, porque sentía dolor, lacerante, atacando rincones de mi cuerpo.

Pero no hay luz, no hay nada, ni siquiera un pequeño hilo dorado de esperanza, ni un ruido, estoy sola en la oscuridad.

Sola como estuve esa noche de tiempo atrás, sola, olvidada en las profundidades. Deseando... deseando recordar...

Una mano se desliza por mi rostro, suave, casi maternal. Un aroma a rosas pica en mi nariz, el aroma se me hace familiar, aunque no logro reconocerlo.

—¿Estas lista? —la voz susurra, cercana a mi oído.

Su aliento huele a fresco, como la menta, pero hay algo en las sensaciones que envía, que me hace cuestionar si realmente es una persona la que me habla.

Una parte de mi lo sabe, sin embargo. Intente negar, pero no podía moverme, menos aun hablar.

No, no estaba lista. No aun.

Tenía tantas cosas por hacer, tantas personas a las que conocer, tantos libros por leer.

Aun tenía que decirle a Blue lo que sentía, debía de encontrar a Scarlet, entrar en la universidad, convertirse en una artista y tener su propia familia. No podía terminar así todo. No era justo.

—Te mereces algo de paz, Red Parker —la voz continuo su susurro, melodioso, como la cuerda de un arpa que destilaba un suave y frágil sonido—, si te dejas ir, estaré contigo a cada instante.

La voz se va alejando, mientras las fuerzas se me van yendo lentamente. Niego, grito, araño las paredes de mi mente, sin embargo, nadie me oye.

Entonces grito más fuerte, y me rompo.

Hasta que la oscuridad lo cubrió todo.

Hasta que Red Parker dejó de existir.

***

Blue y Scarlet llegaron a la estación de policía unos 30 minutos después, enseguida que entraron vieron a Nathan moviéndose de un lado al otro, pasándose la mano por el cabello nerviosamente.

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