Capítulo 39: La oscura verdad de América Hamilton

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América fue traída de vuelta de las profundidades de sus pensamientos, cuando Red apretó su mano. Ella parpadeo y la miró, confundida, los ojos de su amiga aun continuaban cerrados, y parecía igual de frágil e intocable que la última vez que había posado sus ojos en ella.

Pero a pesar de eso, su mente no dejaba de repetir que su mano se había movido bajo la suya, no lo había imaginado, Red estaba allí, la estaba escuchando y solo tenía que traerla hacia ella.

Como un faro en las oscuridades de las tinieblas, o una vela en una habitación oscura.

—Hay algo que nunca te he dicho —comenzó, su garganta se resecó ante la sola idea de pronunciar aquel secreto que había estado enterrado en ella tan profundamente desde que hace años atrás y el cual, solo una persona había conocido. Una persona que se hallaba muerta—, un secreto que he mantenido conmigo desde hace mucho tiempo. Este secreto, me ha estado carcomiendo por dentro desde hace unos cuantos años...

Tragó saliva, repitiéndose que si Nathan pudo ser lo suficientemente valiente para contar su secreto a su hermano, ella también lo sería. Red la conocía desde siempre, ella lo entendería, y si no lo hacía, lo entendería ella también.

—Siempre pensé que al no decirte nada, estaba protegiéndote... has sido una buena persona, incluso en tu época oscura —rió, recordando a la Red del pasado, tan diferente a la chica de ahora—, nunca hiciste nada como esto, y temía que si te lo contaba... podría perder tu amistad para siempre.

Antes de que pudiera detenerlo, lágrimas comenzaron a salir de sus ojos, en el pasado se había negado a dejar que estas la dominasen, pero ahora se sentía de laguna manera libre. Como si decir ese secreto en voz alta, le hubiera quitado una pesada mochila de la espalda.

—Fue en una fiesta, estaba muy borracha —continuó contándole—, había tenido una gran discusión con mi madre, lo que llevó a que quisiera rebelarme. Así que fui a esa fiesta, y unos chicos creyeron que sería divertido drogarme la bebida. Era joven y estúpida, impresionable ya sabes. Cuando uno de ellos se me acercó, ni siquiera podía creer que se estuviera fijando en mí.

Negó, burlándose de sí misma con crueldad. Nunca pudo entender por qué había sido tan estúpida.

—Sin saberlo, me había llevado a una de las habitaciones, y habíamos comenzado a besarnos, no recuerdo demasiado, todo es bastante borroso, era mi primera vez, y lo estaba haciendo borracha —negó, bajando la cabeza, avergonzada— , a la mañana siguiente, desperté con este horrible dolor de cabeza, y cuando vi donde estaba, salí huyendo.

Apretó los labios un momento, sabiendo que debía de continuar.

—Hasta semanas después, no me enteré de que el chico había grabado todo, era la comidilla de todo el mundo en la universidad ¿sabes? Todos se enteraron, pero no fueron tan idiotas como para ponerlo en internet —se rió con amargura—, no, el video era pasado por mensajes.

Temblando de repulsión, se abrazó a sí misma mientras recordaba la vergüenza y el miedo que había sentido de que sus padres lo descubrieran.

—No sé cómo, Scarlet  supo la verdad —le dijo—, ella vino a mí, y me chantajeo, me dijo que no debía contarte dónde la vi, y a cambio ella se desharía del video para siempre. Y así lo hizo, nadie volvió a mencionarlo, nadie sabía nada más sobre él. Ella había encontrado la manera de hacerlo desaparecer.

Hizo una mueca de despreció

—Pero nunca se olvidaba de hacerme recordar que le debía todo mi futuro —tomó la mano de su amiga—, Scarlet era buena guardando secretos ¿sabes? Pero mantenerlos así, enterrados, siempre costaba un precio. Y ese pecio era de por vida.

Red de mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora