La sala de los Menesteres

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-¡Maldita sea, Malfoy! ¿Qué mas te da devolverme el libro? - le gritó, aburrida del juego del Slytherin.

-Habértelo pensado mejor antes de abrir esa bocaza - le respondió.

Sophie, como respuesta, gruñó. Malfoy era escurridizo y sin magia le iba a ser difícil alcanzarlo. Si ella aceleraba el paso, él también lo hacía. Bufando como el gato de su madre, miró a su alrededor. Podía tirarle algo. Desechó la idea, no quería abrirle una brecha en la cabeza, perdería más puntos seguro. A su derecha había una vieja escoba. Podría alcanzarle por aire y, de paso, tirarse encima. Pero la escoba tenía tan mal aspecto que Sophie acabó desechando también la idea.

Entonces se le ocurrió algo mucho más fácil. Se paró en seco y comenzó a caminar silenciosamente por el pasillo paralelo al que iba él. Entre las montañas de cosas, lo vio girarse. Al no ver a la chica, se paró en seco, escuchando. Sophie, sonriendo para sus adentros y con todo el cuidado del mundo, le adelantó paralelamente. Después pasó entre un hueco al pasillo del chico y comenzó a caminar hacia él, que seguía de espaldas mirando hacia donde la chica había desaparecido. Sophie ya estaba muy cerca de él y se preparaba para arremeter contra él cuando el chico se giró rápidamente, convocando un "expulso" y lanzando a Sophie contra una pared, dejándola inconsciente a instante.

*****

Los ojos de Draco casi se le salen de sus órbitas al ver lo que acababa de hacer. No quería hacerle daño a la chica. Se acercó corriendo a ella y la agarró. No sangraba y respiraba, así que Draco se tranquilizó un poco. Al menos no la había matado o herido de gravedad. La acurrucó entre sus brazos, como si se tratase de un bebé y le apartó el pelo de la cara. Un olor a frutas inunda a Draco cuando movió a Sophie.

- Ennervate - conjuró. Pero no dio resultado. Era de esperar.

Empezó a pensar en las clases de pociones, en una poción llamada "poción de los ojos abiertos". Si no recordaba mal, era utilizada, entre otras cosas, para contusiones. Recordaba la receta, había salido en su examen de TIMO. Miró a su alrededor y vio, en un rincón no muy lejano, un estante lleno de materiales de pociones y un caldero en el suelo.

Con cuidado, acostó a Sophie en el suelo y se acercó al estante. Comenzó a mezclar los ingredientes y encendió un fuego mágico. La poción tarda un mínimo de 41 minutos, pero el profesor Snape le había enseñado un truco si era necesaria rápidamente. Bastaba con añadir el doble de ingredientes y utilizar un conjuro acelerador.

A los diez minutos, Draco consiguió terminar la poción y se acercó con ella a Sophie, que seguía totalmente inconsciente. Su respiración era muy leve. Draco le puso la pócima en la boca y esperó.

Unos segundos después que a Draco se le antojaron eternos, la chica abrió los ojos, desubicada. Draco, aún sosteniéndola, sonrió. No había matado a la bruja pero ¿estaría bien?

- ¡¡¡TÚ!!!! - gritó, incorporándose y soltándose de los brazos de Draco -. ¡Maldito Malfoy! ¿¡Estás loco o es que el rubio ese te ha comido los pocos sesos que tienes!?

Sí, estaba bien. Se alejó un poco de la chica antes de que ésta le rompiera de nuevo la nariz.

- ¿¡En qué estabas pensando para atacarme de esa forma tan rastrera!? ¡Podías haberme matado, Malfoy!

- Lo sé. Lo siento, de verdad.

*****

Sophie se quedó callada y paralizada. Draco Malfoy, ¿pidiéndole perdón? Miró a su derecho y se encontró con el caldero, aún humeante.

- ¿Eso lo has hecho tú? - preguntó, señalando el objeto.

- Te habías quedado inconsciente, tenía que reanimarte de alguna forma.

La historia de la serpiente y la leonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora