El patio de Howarts

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Draco, después de asegurarse de que nadie le seguía, entró en la Sala de los Menesteres con una manzana en la mano. Últimamente, de lo poco que comía, la mayoría era fruta. Tal vez fuera porque, inconscientemente, el olor le resultara agradable, o quizá por ser un alimento ligero, pero era lo único que su apagado cuerpo no rechazaba.

Se dirigió directamente al mueble que él mismo había tapado con una sábana. Llevaba días trabajando en él, intentando que ese maldito trasto funcionara. Tal vez de esa forma por fin le dejaran en paz. A él y a su familia. Pero en el fondo sabía que eso no iba a ocurrir.

Tiró la sábana al suelo, la cual había cogido ya polvo en dos días, y destapó el armario Evanescente.

Con un suspiro de resentimiento, sacó su varita. Los primeros días se había sentido orgulloso de ser capaz de repararlo, hasta contento con su trabajo. Pero, a medida que iba avanzando y se daba cuenta de lo que conllevaba conseguir arreglarlo, ese sentimiento se fue apagando, sustituyéndolo por un profundo abatimiento. E incluso miedo. Pero, quisiera o no, tenía que hacerlo. Y lo sabía.

Muy lejos de allí, en uno de los patios de Hogwarts, Sophie y Harry discutían sobre quién ganaría el partido del día siguiente entre Hufflepuf y Ravenclaw.

-¡Venga ya, Harry! Ravenclaw tiene mejor buscador que Hufflepuf. Cogerán la snitch mucho antes de que Hufflepuf pueda darse ni cuenta.

-Sí, pero su guardián no dejará que entre ninguna. ¡Y tienen dos cazadores increíbles! Podrán superar la puntuación incluso sin conseguir la snitch.

-¡¡Diez galeones a que gana Ravenclaw!! - apostó, defendiendo la casa de su familia.

-¡Que sean veinte!

-Eh, eh, eh. Que tú cuentas con una gran herencia familiar que te hace casi rico. Pero yo dispongo de una paga muy escasa.

-¿No estabas tan segura de tener razón? - se burló el chico.

-Una cosa es que confíe en el equipo y otra es que me arriesgue a que un golpe de suerte de Hufflepuf me deje sin cerveza de mantequilla durante tres semanas, querido. Seré muchas cosas, pero tonta no.

-Permíteme que dude eso, Slumber - dijo una voz femenina y prepotente detrás de ella.

Sophie se giró, dispuesta a atacar verbalmente a alguna estúpida Slytherin. Puede que estuviera de mejor humor que estos días, pero eso no significaba que quisiera aguantar tonterías.

Pansy Parkinson le miraba con aire de superioridad. Detrás de ella, los dos gorilas de Crabbe y Goyle le respaldaban.

-¡Pansy, querida! - dijo, llena de sarcasmo -. Qué placer verte por aquí. Pero dime, ¿cómo es que no estás lamiéndole el culo a tu rubio favorito? Se me hace tan raro verte sin él… Aunque ya veo que te ha prestado a sus matones defensores, ¿eh?

-Vaya, qué interesada te veo en el paradero de Draco - soltó, con voz celosa y arrastrando las palabras. Esto descolocó a Sophie, que no entendió el comentario, pero aun así se rio.

-¿Yo? ¿Interesada en dónde está el hurón de pelo oxigenado? Creo que estás bastante confundida. A ti, en cambio, se te ve muy perdida sin él. Tal vez si lo buscas por las clases vacías lo encuentres, aunque quizá no esté solo - dijo, guiñándole un ojo para patear más a la Slytherin.

-Te crees muy graciosa, ¿no? ¿Crees que vales algo, Slumber? Porque debería quedarte claro que no es así.

-Guau. No saques las garras, gatita o podrías acabar cayendo en el agua.

-Uh, amenazas. ¿Quién saca las garras ahora?

-Simplemente lárgate Parkinson, ¿quieres?

Las chicas se miraron desafiantes durante unos minutos pero finalmente Pansy gruñó y se alejó, seguida de los gorilas.

-¿Qué narices le pasaba a esa?  - preguntó Harry.

-No tengo la menor idea - murmuró la chica sinceramente.

Y lo cierto era que solo Pansy lo sabía. No se consideraba una chica tonta. No lo era. De hecho, era muy perspicaz y capaz de quedarse con esos detalles que la mayoría de la gente pasaba por alto. Puede que por eso era la única que se había percatado de la fijación de Draco con esa estúpida de pelo color chocolate. Pansy, en todos los años en Hogwarts, había sido consciente de que Slumber era la única Gryffindor que gozaba de la paz de Draco. Éste nunca se metía con ella. Pero Pansy lo había achacado a que era una chica de buena familia y buen estatus de sangre. Pero todo eso perdió sentido a comienzos de ese mismo año escolar. Algo en Draco cambió con respecto a esa maldita niñata el mismo día que la vieron sentarse por primera vez con Potter y sus patéticos amigos. La cara de Draco mostró puro odio y comenzó a soltar cosas como "Mira a Slumber, ya se dejó contaminar por esa bazofia de gente" o "¿cómo ha podido ser tan imbécil de juntarse con el carrarajada y sus amigos los indeseables?". Después de ese día, Slumber se convirtió en su punto de mira. Le insultaba y atacaba como nunca había hecho con nadie, ni siquiera con los sangre sucia. Estaba realmente obsesionado. Y era peor cuando la veía con Potter. Intentaba por todos los medios hacerles la vida imposible cuando estaban juntos. Y Pansy sabía por qué. Draco estaba celoso. Celoso de Potter. Y eso le ponía celosa a ella. Por eso había actuado así. Porque la odiaba. La odiaba desde que comprendió por qué Draco nunca se metió con ella durante años, por qué de vez en cuando le pillaba mirando a la esquina donde Slumber solía sentarse. Lo comprendió todo y empezó a odiar con todo su ser a esa estúpida.

-Oye, Sophie - dijo Harry.

La chica, que estaba mirando sus botas llenas de nieve, le miró.

-Dime.

-Me estaba preguntando… ¿Te ha llegado la invitación de Slughorn para la cena de Navidad?

-Sí, ¿a ti también, no? ¿Ya sabes a quién vas a llevar? - dijo mientras veía como el chico se ponía un poco más pálido de lo habitual.

-De eso mismo quería hablarte… Verás… Yo… Em… - empezó a balbucear el mago.

Sophie ya había entendido qué era lo que Harry quería hablar con ella: iba a pedirle ir juntos a la cena.

-Harry - le dijo, poniendo una mano en su hombro y sonriéndole. El chico dejó de balbucear y le miró -. ¿Qué te parece sin vamos juntos?

-Me encantaría - contestó, mientras se reía.

Harry agarró la mano que Sophie tenía en su hombro y la apretó, dejándola sobre sus rodillas sin soltarla. Ladeó la cabeza y miró a la chica, sonriendo mientras le miraba a los ojos. Entonces arrugó un poco el ceño y acercó su otra mano a la mejilla de la chica. Al separarla, tenía un pequeño copo de nieve.

Volvía a nevar.

La historia de la serpiente y la leonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora