El despacho de Slughorn

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El profesor, desde su asiento, le miró sonriente.

- Oh, señorita Slumber, amiga mía. Bienvenida. Pasa, pasa. Siéntate ahí, al lado de Harry.

La joven bruja entró, cerrando la puerta tras de sí y aprovechando ese momento para observar la sala. Todos le miraban sin perderse un solo detalle de sus movimientos. Las gemelas de Slytherin, de las cuales Sophie desconocía el nombre, cuchicheaban mirando en su dirección. Hermione y Ginny, por el contrario, le sonreían desde la otra punta de la mesa, dando su aprobación al conjunto. La cara de Blaise Zabini le incomodó un poco, pues le miraba como se mira a un bollo de chocolate recién hecho. Caminó y se sentó donde el profesor le había indicado, al lado de un Harry que no podía quitarle los ojos de encima.

- Lo siento mucho - se disculpó -. No era mi intención llegar tarde.

-No te preocupes, querida. Acabamos de comenzar.

La comida se sucedió con unos deliciosos platos, acompañados de infinitas anécdotas que el profesor contaba entre tenedor y tenedor. De vez en cuando, también se interesaba por sus alumnos, haciéndoles preguntas sobre sus familiares, estudios o futuro.

Mientras Sophie se peleaba con el gigantesco helado que correspondía al postre, llegó su turno de ser preguntada.

- Y dime, querida Slumber, ¿cómo se encuentran tus padres? - preguntó, haciendo que la chica casi se atragantara al escuchar mencionar a sus padres -. Fui profesor de ambos cuando estuvieron aquí, en Hogwarts. Alumnos muy inteligentes, sí. Dignos miembros de Ravenclaw, la verdad.

- Ahora mismo están de viaje, debido al trabajo - dijo, utilizando lo que su hermano le había dicho y que, hasta donde sabía, constituía la verdad -. Pero se encuentran muy bien, gracias por su interés.

- Sí, cierto. Dos aurores bastante prestigiosos. Hace tiempo que no los veo... Una pena. TU madre era una alumna excepcional. Inteligente y bastante decidida en sus acciones. Muy buena chica, me recuerda a ti. Era muy buena amiga de... - se calló, mirando a Harry y le dio una cucharada a su copa helada. Muy buena amiga de Lily Potter, sí. Sophie lo sabía. Pero su madre ya nunca hablaba de eso -. Bueno, ¿qué planes tienes para cuando salgas de la escuela?

- Quiero seguir los pasos de mis padres, profesor. Mi deseo es ser aurora.

- Oh, maravilloso - dijo, encantado -. Tienes la perfecta combinación del decidido carácter de tu madre y la fuerza del de tu padre. Seguro que serás una espléndida aurora. Si recuerdo bien, tú también deseas convertirte en auror, ¿no, Harry?

- Así es, profesor - contestó el chico, con el mismo tono educado de siempre, pero sonriéndole a Sophie.

-Bien, bien. Tal vez trabajen juntos, después de todo. Eso sería maravilloso, ¿no creen?

Después su atención se centró en Hermione y sus padres muggles. Sophie disfrutó de la cara de confusión de la mayoría de sus compañeros mientras su amiga explicaba lo que era un "dentista". Posó sus ojos verdes en McLaggen, que miraba a Hermione intentando, al parecer, seducirla de una forma que rozaba considerablemente lo asquerosamente patético. Ese chico era tonto.

La cena acabó y todos se dispusieron a salir, aunque Harry se quedó atrás, alegando que tenía que hablar con el profesor. Caminaron a paso tranquilo por el pasillo, comenzaba a hacer frío y Harry le había cedido su chaqueta a Sophie, que la agarraba por los hombros y comentaba con Hermione y Ginny los movimientos de McLaggen. En ese momento, de detrás de una de las cortinas salió Pansy Parkinson, colocándose su túnica y alisando su pelo. Detrás de ella, Draco Malfoy intentaba anudarse la corbata. Estaba tan claro lo que habían estado haciendo que a Sophie se le encendió la cara, aunque no sabía muy bien si por vergüenza, rabia o algo más. Él pareció no verla o lo fingió y solo le dedicó una mirada de asco a sus dos amigas, que se la devolvieron. Se dio la vuelta, dispuesto a seguir a su compañera de casa, pero algo le hizo cambiar de opinión, girándose de nuevo. Entonces miró directamente a Sophie, pero no con asco o prepotencia, como solía mirar a todo el mundo, sino con un aire distinto, como si esperara algo. Solo le miraba, esperando a que ella hiciera o dijera algo. Pero la chica solo le miró con indiferencia un momento, fingiendo mirar hacia la pared que estaba a sus espaldas.

Pasó por el lado derecho del chico, que seguía quieto y mirando a Sophie. Al pasar, Hermione chocó con él de forma no intencionada, haciendo reaccionar al chico.

- Ten cuidado por dónde vas, Granger.

- Eres tú el que está en medio del pasillo como un embobado, Malfoy - se defendió la Gryffindor.

- Estaré donde y como me apetezca estar, estúpida sangre sucia.

- No le hables así a mi amiga.

- Oh, ha hablado la pobretona de Weasley, la versión femenina de la Comadreja.

Sophie, poniéndose delante de sus amigas, comenzó a hablar antes de que nadie más lo hiciera.

- O Parkinson lo hace realmente mal o eres todo un amargado si después de un polvo sigues teniendo esa necesidad de meterte con la gente para sentirte bien. Ahora, si te parece bien, quítate de en medio. Si no, pasaremos igual. No tenemos ninguna gana de verle el careto a alguien como tú, y menos en estas condiciones. Me vienen a la cabeza imágenes verdaderamente asquerosas.

- Escucha, Slumber...

- No, escucha tú - le cortó -. Si crees que te tengo miedo, respeto o algo por el estilo, no tienes ni idea de quién soy yo. Ni de quién eres tú. Estoy bastante cansada de tus estupideces propias de alguien sin vida, Malfoy. Así que empieza a meterte con otra.

- Lo que tú digas - dijo, después de un momento en silencio -. Nos veremos mañana en el partido.

Se fijó en cómo le miraban sus amigas, con cara de sorpresa.

- ¿Has conseguido callar a Draco Malfoy? - dijo Hermione, como si no se lo creyera del todo.

- Vámonos, por favor. Quiero dormir - suspiró.

Cuando llegaron a la sala común, Sophie ya tenía claro que jugaría el partido del día siguiente. Se giró hacia Ginny.

- Nos veremos mañana en el campo, Sophie - dijo, leyéndole la mente.

Hermione y ella entraron en su dormitorio y Sophie vio como Hermione le interrogaba con la mirada. Sophie sabía que seguía teniendo el semblante demasiado serio. Ese idiota siempre acababa poniéndola de los nervios, cada día más. Le dedicó una mirada cansada a su amiga y se metió en la cama. Solo le apetecía dormir y olvidar ya ese maldito día.

******

Draco se metió en la despensa que había en las mazmorras. Sabía que era allí donde se guardaba el alcohol del castillo (que rara vez era utilizado). Lo único que le apetecía en esos momentos era cogerse una buena borrachera.

Miró entre los estantes, buscando algo lo suficientemente fuerte. Acabó decidiéndose por una botella de whisky de fuego.

Abrió la botella y el olor le produjo acidez, pero le pegó un sorbo del mismo modo.

Y así comenzó un perverso juego: un sorbo por cada cosa que odiaba o no soportaba. Un trago por las clases de adivinación. Un trago por las responsabilidades de los prefectos. Un trago por la profesora McGonagall. Un trago por los Weasley. Un largo trago por Potter. Otro por la sangre sucia. Un trago por el perfecto Dumbledore. Otro largo trago por su padre. Otro por tener que ser mortífago. Un trago por su maldita y desquiciada tía. Otro por su misión. Otro por Voldemort.

Un trago por Soph... Paró antes de dar el trago, pensando. Un trago por Slumber. Sí, así estaba mejor. Otro trago por ella. Por ella y su dichosa manía de estropearlo todo. Por ella y su forma de meterse donde no le llamaban. Por ella y sus grandes y verdes ojos. Por ella y su maldito perfume de frutas. Por ella. Solo por ella.

Draco paró de beber. Llevaba media botella y todo le daba vueltas, por no hablar de esas horribles ganas de vomitar. Se apoyó en la puerta cerrada de la despensa y se arrastró hasta el suelo. Apoyó los brazos en sus rodillas dobladas y agachó la cabeza, sosteniendo la botella por el cuello.

Sin poder controlarlo, rompió a llorar. Sentía rabia, demasiada rabia. Por culpa de su maldita familia y Voldemort. Porque se sentía solo. Porque tenía miedo, mucho miedo. Y, sobre todo y auqneu no quiera admitirlo, porque la única persona que podía llegar a ver algo bueno en él antes, ahora le repugnaba. Porque ella le odiaba.

La historia de la serpiente y la leonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora