20. Agua mineral.

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«El aire a mi alrededor todavia se siente como una jaula, y el amor es un camuflage para lo que se asemeja a la rabia otra vez»

Habían pasado tres semanas desde la última vez que había salido y Louis, de alguna forma, había logrado habituarse a una nueva rutina. Mucho más autodestructiva a lo que estaba acostumbrado.

De cierta forma, no se cansaba. Era lo que necesitaba para poder sentirse un humano y no un monstruo. Pelear con Harry por las noches, y luego despertar en el sofá. Desayunar con una sonrisa ensayada y soportar un beso de Harry en los labios para calmar, para no levantar sospechas porque Darcy y Nathan todo lo que hacían, era mirarlos. Suponía que ellos también fingían tal y como lo hacían ellos. Ser buenos hijos, sonreír a diario y no preguntar cosas que no querían oír.

Por un tiempo, se sintió bien. Se acostumbró al frío y a ver a Ana sentada en la mesa con la mirada vacía, y la expresión ilegible. A ver a sus hijos y sonreír con un William que sangraba y que espantaba. A masturbarse y morder sus labios para no gemir cuando pensaba en Harry y lo mucho que lo extrañaba.

Pero la mentira nunca dura lo suficiente. Eventualmente, Mark lo supo. El cuento de la familia feliz se había acabado y les tocó una charla incómoda, dónde Mark estaba a la defensiva y miraba a Harry como si lo hubiera traicionado de la peor manera. Harry intentó explicar que solo atravesaban por un crisis pero el silencio y la tristeza que abundaban en Louis decían otra cosa. No hubieron gritos, pero Louis lo sintió así. Cómo si gritaran todos y al mismo tiempo. Mark suspiró, cuando el reloj marcó las dos de la madrugada. Todo lo que dijo antes de irse, fue que pasaría por Louis. Decía que si lo que atravesaban era una crisis, un tiempo lejos del otro ayudaría.

Pero no fue así. Tuvo todo el efecto contrario cuando Harry vió a Louis armar un bolso con la ropa suficiente para pasar un tiempo indefinidamente largo lejos de casa. Harry no intentó hablar con él, de cualquier modo siempre obtenía silencio o terminaban a los gritos. Quizás, si necesitaban ese tiempo lejos del otro, priorizar, saber que harían cuando volviera. Pero no significaba que verlo partir no dolía. Harry no supo de dónde saco fuerzas para no hacer un escándalo y detenerlo. Sus hijos agitaron las manos sonriendo para despedir a Louis mientras que Harry solo podía tragar saliva constantemente con los ojos humedecidos

Quizás, necesitaban eso. Quizás era lo mejor, pero no sé sentía así.

***

Pensó que Bradford podía ser el lugar perfecto para olvidar por un momento lo miserable que era su vida. Pretender que tenía una familia que lo quería, que cuando volviera, vería todo de otra manera y buscaría algo con que pegar lo roto.

Entonces lo golpeaba la realidad; una fuerte bofetada en la cara.

Llegaron a una pequeña casa de madera con un piso. Sin muchos lujos, demasiado sencilla pero cálida. Louis no había mencionado absolutamente nada en las cuatro horas de viaje. Y nadie se molestó en hablarlo. Suponía que era más que obvio que hablar, era lo último que quería.

Así que se encerró en su habitación por el resto del día, y fingió dormir cuando Johanna tocaba la puerta anunciando el almuerzo. Casi podía imaginarse la cara que pondría Ana si lo viera en una mesa con un plato de comida en frente.

Solo, dejó que las cosas que bloqueaba en su mente corrieran de un lado al otro, como una danza caótica y destructiva. William susurraba algo que no entendía a su lado, mientras miraba el techo y levantaba las manos e intentaba tocar el techo.

— ¿Has deseado alguna vez no existir? -preguntó Louis y William lo miró, sonriente.

— No, pero he deseado que tú existas.

— Por supuesto que lo hiciste.

Luego hubo silencio. Louis podía ver las gotitas de sangre que se deslizaban por los brazos de William pero que por algún motivo, nunca manchaban las sábanas.

— ¿Por qué preguntas?

— No lo sé -susurró Louis —. Solo que a veces desearía que Harry no me hubiera encontrado ese día y estar muerto. Quizá, no tendría ganas de no existir en este momento. Quizás no te vería. Quizás no moriría de hambre. Quizás yo estaría bien.

— Pero estás vivo. Y tienes ganas de morir, y te gusta el hambre que siente. Me ves, me tocas y me escuchas, y lo mejor, no estás bien.

— Pensé que entenderías.

— Y lo hago. Apoyo que quieras morir.



Louis suspiró parpadeando muchas veces cuando las ganas de llorar lo superaron. Pero no solo el lloró, sino que William también lo hacía pero de una forma mucho más elegante y menos patética. William hacia sangrar sus brazos, pretendiendo que allí tenía sus lagrimales.

Y Louis lo imitó. Dejó de llorar por sus ojos para que sus brazos lo hicieran; para que sus lágrimas rojas se deslizaran por sus brazos y se perdieran en su suéter.

Un mes después, la familia comenzó a notar lo que para Louis, se le hizo imposible esconder pero que a la vez, le hacía lucir feliz. Sus huesos. Sus ya preciados huesos, no eran solo ligeros de notar, sino que estaban más filosos que nunca. Más unidos a su piel de lo que recordaba.

Louis preocupaba. Johanna había encontrado manchas de sangre en la sábana y notado el provecho que Louis sacaba con el invierno; como usaba esos suéteres largos todo el tiempo, inequívocamente ocultando más que solo sus huesos.

Si bien Johanna no era la madre biológica de Louis, le era imposible no sentirse realmente preocupada por él, cuando lo veía y tenía la certeza absoluta de que lo que atravesaba Louis, era más que una simple crisis de pareja. Había algo en sus ojos, en sus huesos, en su mueca de infinita tristeza que auguraban cosas peores.

Así que se armó de valor, mientras ponía agua a calentar y preparaba dos tazas para un un té que sabía que Louis rechazaría, porque todo lo que ingería, era agua.

Louis sin embargo, pareció bastante pacifico con la idea. Le regaló una sonrisa mientras se servía y té y dejaba que se enfríe con el tiempo. Johanna no insistió; conocía bien y de sobre lo mucho que Louis detestaba que le insistieran en cosas que no dejaba en claro, no haría.

— Mañana nos vamos -comentó Johanna y luego sorbió su último trago de té — ¿La pasaste bien cariño? ¿Crees que las cosas estarán mejor en casa?

Louis se encogió de hombros; luego bebió un largo trago de botella de agua mineral, que parecía ser su nueva compañera.

— No lo sé, no voy a pensar tanto en ello ¿Sabes? Cambié ¡Cambié más de lo que piensas mamá!

— ¿A qué te refieres con eso exactamente?

Louis rió, bebiendo otro trago de agua — Quiero decir que no veo mucha diferencia en irme por un tiempo del lado de Harry y volver.

Johanna lució apenada — Cariño, no tienes que volver si no lo quieres.

Louis negó — Tengo que, mamá. Tenemos planes para Harry.

— ¿Tenemos quienes?

Y Louis solo pudo sonreír al mismo tiempo que lo hacía William.







Save me from The Dark » Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora